El lema de AKRIILA en su gira 2025 dice: Siempre hay más. Pero, ¿lo hay realmente? ¿O solo son ecos de lo vivido? ¿AKRIILA aporta algo fresco con Epistolares+? ¿O se queda en una fase superficial?
La prolífica artista chilena nos lanzó esa inquietud (y muchas más, como no) con Epistolares, su primer LP, concebido para explorar todo lo que musicalmente podía ser, en la búsqueda de un sonido debut.
Su ascenso efervescente y las exigencias de la gira internacional le han otorgado la experiencia para no solo explorarse artísticamente en tarima, sino para jugar con su sonido, resignificarlo en vivo y expandirlo junto a los oyentes.
El público y su simbiosis con el setlist
Desde los tambores reventados del neo-perreo hasta los pasajes más íntimos, como Carta a mi papá, el setlist vibró con un público entregado a todo el abanico sensorial que ofrecía la noche.
En el último corte del álbum, el arreglo minimalista despoja a la canción de máscaras, efectos y acompañamientos electrónicos, dejando que la voz de AKRIILA se abra como confesión. Durante el concierto en vivo, la presentación se sintió tan íntima como ver a alguien lavarse los dientes o escucharle orinar. Esa es una de las cualidades esenciales de AKRIILA, no solo como performer en vivo, sino como artista integral: su capacidad casi táctil de transmitir.

Apoyada en arreglos musicales mecanizados, casi como una androide, irónicamente transforma cada segundo de su música en algo genuino, vivo y palpitante, como un corazón. A veces, los hallazgos más orgánicos se hacen entre un mar de plástico digital.
AKRIILA: Un mineral extraño
Sabemos que AKRIILA navega las corrientes más elementales del trap, R&B, drum & bass, entre otros, y se vale de texturas electrónicas rugosas, con distorsiones que enfatizan la elasticidad de los beats, para cocinar esa energía que algunos llaman ir duro. Durísimo, vaya. (Va’ morir buscando lo que tengo y tú no tiene’, NANA フリーク版). Pero, retomando la pregunta inicial, ¿hay más? Después de cerrar su última gira y ver cómo se proyecta AKRIILA, parece estar claro: sí.

Además de una producción abarcativa y maximalista, llena de guiños del pop japonés, la cultura de internet de los 2000s y referencias culturales al Chile que la crió (véanse referencias al Blog de la Feña, 2008, entre otras). A grandes rasgos, la producción se percibe como un homenaje críptico a su contexto cultural y musical.
AKRIILA brilla en la forma y el fondo, al menos dentro de su propio contexto. La magia de su actuación no se limita a la estética ni al efecto, sino que profundiza en el mensaje y se sostiene sobre una performance sólida que transmite vivencias y relatos del hip-hop de hoy.
Más allá de la pirotecnia en su discografía, Fernanda Sepúlveda parece enfocada en correr la maratón, no el sprint; y, al momento de publicarse esta nota, se perfila como una de las voces más prometedoras de la nueva generación de música latina.
AKRIILA es una exponente que no solo pisa fuerte: deja huella. Evoluciona. Pero, sobre todo, transforma lo efímero en algo que respira y permanece.