Hay regresos que no necesitan estruendo. Algunos simplemente se abren paso con la naturalidad de quien ha comprendido que crecer también es soltar. Ese es el caso de EMILIO ACOSTA, quien presenta Segundo Acto, un trabajo en clave íntima que expone, sin reservas, una versión renovada de sí mismo. Firmado simplemente como Emilio, este EP de seis canciones marca no solo su debut como solista formal, sino también un cambio de piel sonoro y emocional.
Luego de su recorrido en la escena pop uruguaya —que incluyó su paso por Atlas (banda que llegó a telonear a Gorillaz y Carl Barat) y colaboraciones con figuras como Martín Rivero, Max Capote y Juan Campodónico en el colectivo Campo— el músico decide parar el reloj y mirar hacia adentro. Segundo Acto es el resultado de ese ejercicio: seis composiciones tejidas con paciencia y sensibilidad, que se sienten más como una conversación susurrada al oído que como un discurso desde el escenario.
La canción como refugio: producción, estética y forma
Grabado tras un período de repliegue personal en 2024, el álbum se desmarca del sonido expansivo de sus proyectos anteriores para abrazar un tono acústico, casi minimalista. Hay algo deliberadamente orgánico en este material, una búsqueda de lo real, de lo que no necesita adornos. En la producción se conjugan dos nombres clave de la escena rioplatense: Mariano «Manza» Esaín y Nicolás Demczylo, quienes mezclan las canciones con pulso preciso pero sin intervenir la esencia del demo. El resultado es un sonido claro, emocionalmente cargado, con espacio para que cada palabra respire.
La lírica de Emilio, cargada de imágenes naturales y sensoriales, encuentra en frases como “todo lo que no dije vuelve con la marea” o “el canto de un ave me recuerda lo que soy”, una poesía cotidiana que conmueve sin necesidad de grandes gestos. Las canciones fluyen como una corriente tranquila pero firme, en un formato que favorece la escucha completa. En tiempos de hiperconexión, Segundo Acto invita a detenerse.
El EP ya está disponible en todas las plataformas digitales, bajo distribución independiente, y se presenta en un formato que privilegia la continuidad narrativa: cada tema parece conversar con el siguiente, formando un hilo sutil pero firme.
Escuchar para quedarse
Segundo Acto no busca impactar, sino resonar. Su mérito está en esa honestidad sin poses, en la decisión de apostar por lo simple y lo verdadero. Emilio no necesita gritar para hacerse escuchar; sus canciones, construidas desde la contemplación, se quedan a vivir en quien las escucha.
Para quienes siguen la evolución de la música de autor en Uruguay, este lanzamiento representa no solo la consolidación de un nombre propio, sino también un recordatorio de que el arte más poderoso suele venir de los lugares más silenciosos.