En el marco de la belleza del ya declarado patrimonio histórico, la Hacienda La Vega, una de las más antiguas de Venezuela, que data de la época de la conquista y urbanización española del valle de Caracas. En donde fue recibido el General Simón Bolívar en 1827; a principios del siglo XX fue considerada como uno de los probables lugares para establecer el country club de Caracas, pero posteriormente el espacio fue usado para eventos de moda y reuniones sociales, que albergaron a Salvador Dalí, Christian Dior, la Princesa Margarita y el ahora Rey Carlos III del Reino Unido; amén de destacar que la diseñadora Carolina Herrera vivió allí varios años, hoy es un lugar que sirve de locación para eventos musicales y de glamour, muy respetuosos y finamente producidos para preservar su garbo y majestuosidad.
En esta primera edición de Bajo el Árbol Rock and Roll, se reunieron dos bandas emblemáticas del rock and roll criollo, Los Mentas y Tomates Fritos, teloneados por el joven músico Jorge Andrés, que hicieron el deleite de una multitud de seguidores que no dudaron en hacerse de sus tickets para ser testigos de esta primera edición del que, sin duda, es mi género musical favorito, pues ya Bajo El Árbol ha marcado un hito con sus eventos de salsa bajo el nombre de La Clave.

Los Mentas, reyes del desparpajo, el humor negro y el relajo
La icónica banda venezolana de rockabilly, surf rock y punk, conformada por Juan Olmedillo, Héctor Paredes, Carlos Aray, Richard Blanco y Luis Pulido, dejaron claro que más sabe el diablo por viejo y bastó con subirse a la tarima para armar la gozadera, con un pogo que sumó a tres generaciones que cantan a todo pulmón la alegría del pelandusco bar, el shawarma mixto, el kiosco y la soplada de bistec, jerga criolla, chancera y que nos une en poco menos que una denominación de origen.

Sus letras reales, teñidas de humor negro e ironías, son una resonancia magnética de la realidad caraqueña de finales de los noventa, que fácilmente sirven como memoria histórica para nuevas generaciones.
Juan, Luis, Chicha, Lukas y Drupy sacaron lo mejor de su amplio repertorio, sumando un nostálgico cover de Confesión, dedicado al recordado y eterno Blanquito Man; y otro de Uñas Asesinas, que esta vez fue más sentido y álgido, pues El Cangrejo de La Seguridad Nacional, Abraham García, hace poco más de dos meses partió de este plano. Este cover sumó un guiño a Flamingo, de La Vida Boheme, la banda venezolana de rock alternativo que, sin duda, ha marcado un antes y un después en la memoria histórica del rock and roll criollo contemporáneo.
Para cerrar con una hora loca, con cotillones, trencitos, sonidos y sampleos de referencias venezolanas y sonidos típicos de cualquier fiesta de matrimonio venezolano.
Los Tomates Fritos, demostrando que oriente siempre será de otro color
Y es que estos músicos son unos dignos embajadores de culto de Puerto La Cruz, esta súper banda indie rock venezolana –antes de que nadie supiera qué es ser indie–, ya se acerca a sus treinta años de fundada, es y será una de las más influyentes de esa década. Reynaldo Goitia, mejor conocido como Boston Rex, Kike Franco, Josué “Tambor Malandro” y Jesús Álvarez, bañaron de nostalgia la locación.

Espaciales y especiales, como dijo Boston Rex en una entrevista reciente, y es que Los Tomates Fritos se arriesgaron a que un ARP Odyssey de los 70 mutara al motor de un peñero, de esos que abundan en su tierra natal; lo más genial es que fue previo a internet; a eso se le suman ecos distorsionados, guitarras vintage preloved encontradas en ferias de artículos usados y ese matiz del oriente del país, que lo hace hipnótico y de otro color –como escribió Henry Martínez–, y no dudo en apostar que Los Tomates Fritos, dondequiera que vayan, llevan a oriente en sus corazones.
Sus letras espaciales y especiales son atemporales porque el amor, el despecho y la cotidianidad humana no pierden vigencia, de ahí que Mi cura mi enfermedad se volviera una suerte de mantra en la Hacienda La Vega.
Jorge Andrés, el chico que quiere ser rescatado con la misma vehemencia con la que quiere el copete de Alex Turner
Muy joven y talentoso es este guitarrista querido y respetado por la tribu más novel, pero no menos talentosa. Poco más de una década en la música, incluyendo batería, teclado y bajo, hacen su sonido muy especial.

Jorge Andrés, junto a Sebastián Carías y Luis Miguel Sánchez, abrieron esta entrega de Bajo Árbol con entrega y valentía, pero sobre todo con la sencillez y la ternura con la que este jovencito ve el mundo a través de sus lentes, esa visión fresca, honesta y sin sesgo, con la que solo se puede describir la realidad desde los veintitantos.
Hacer música buena con que la gente conecte, ya con eso gané. Qué más altruista y loable que una intención romántica y desinteresada como esta.
Inició en la industria musical hace una década, mostrando el diario abierto de su vida a través de sus temas sencillos, pegadizos y gentiles. Rescátame, que sale luego de un fuerte accidente de tránsito padecido por el músico, es una muestra de lo que afirmaba Cerati —no puedo dejar de citarlo en mis artículos—, porque la mejor virtud es sacar belleza del caos.
Indie, tierno y honesto, Jorge Andrés une en un solo canto con Sangría Barata, imposible cantarla sin recordar There Is a Light That Never Goes Out, de The Smiths, de su preferencia y, para qué no recalcarlo, la banda indie de mi vida.
Previo y en el intermedio de este festín rockanrolero, sumaron buena música los DJs Lorenzo Martínez y Manuel Antonio González, mejor conocido como Data.