La Riviera, Madrid — Road to Inverfest. 30 de diciembre de 2025: Nada mejor que despedir el año con música en directo. Y si esa música viene cargada de talento, poesía, sentimientos y una banda en estado de gracia, el plan roza la perfección. Pasadas las nueve, con La Riviera en llamas y el cartel de Inverfest presidiendo la entrada, tres generaciones distintas se preparaban para el mismo ritual: dejar que Mr. Kilombo hiciera de las suyas.
Caos, orden y una mecha bien encendida
Luces apagadas, humo espeso y una voz femenina en off marcando el terreno: son estados fluidos siempre en conflicto entre sí. Cada uno de ellos está presente también dentro del otro: el caos existe dentro del orden, pero también existe el orden dentro del caos: La frase no era decorativa. Funcionó como manual de instrucciones para lo que vendría después. Los músicos fueron ocupando sus posiciones, hasta que apareció el protagonista, guitarra en mano —su inseparable aliada—, y abrió fuego con Del aire. Primer estallido colectivo. Aplausos, gritos, brazos en alto. Esa fue la tónica de la noche.

Desde ahí, la conexión entre artista y público se volvió casi genética. No había distancia: se compartía el ADN, la celebración de estar vivos a través de canciones que hablan de heridas, baile y reconstrucción.

Una ciudad hecha escenario
El decorado ayudaba a entender el universo: un skyline urbano mezclado con plantas, cajones de fruta antiguos colocados en vertical y horizontal, como si la ciudad hubiera sido tomada por lo salvaje. Un espacio donde conviven lo íntimo y lo desbordado, exactamente el territorio creativo de Mr. Kilombo.

El concierto funcionó como despedida oficial de Todo este caos, disco que vertebró el set sin cerrar la puerta a otras etapas. Sonaron piezas de Invencibles, Cortocircuitos y Baile de disfraces, integradas con naturalidad en un repertorio que no conoce compartimentos estancos.

Todo cambia, Todo este caos y Contra todo pronóstico marcaron el primer tramo, guiando al público por un viaje donde la rumba, la cumbia y el pop se cruzan sin pedir permiso. Antes de El resto puede esperar, el aviso fue claro: es una cumbia hecha con nocturnidad y alevosía. Y así sonó.
Bajarse del escenario para subir la intensidad
Hoy despedimos una etapa, dijo. Y lo hizo de verdad. Abandonó el escenario por un lateral, se metió entre la gente y, rodeado por una marea que cantaba con él, interpretó Ambivalencia. Guitarra, voz y piel. Una postal irrepetible que resumía el espíritu del concierto.

En directo, Mr. Kilombo se apoya en una banda enorme —permítaseme bautizarlos como Los Kilombitos—: batería, bajo, teclados, saxofón, trompeta y él al frente. Sonaron compactos, atentos, disfrutando. En Quédate a mi lado, himno de Biodramina, hasta las plantas del escenario parecían moverse entre los edificios del decorado.

La verdad llegó con arreglos distintos a la versión de estudio, y En plena calle bajó las pulsaciones: solo voz, guitarra y luces tenues, en una interpretación contenida y emotiva que silenció la sala antes de devolverla al canto colectivo.
Invitados, despecho y celebración
En Palabrería apareció la percusionista Gisella Giurf, en un paréntesis dentro de su gira con Alejandro Sanz. Rumba voraz, conexión instantánea y una anécdota: según contó el propio Mr. Kilombo, es la primera y única canción escrita desde el despecho. Aquello ardió.

Dedicó En peligro de extinción a su familia y amigos presentes, confesando que estaba viendo pasado, presente y futuro entre el público. El karaoke siguió con Andaré, donde cada músico tuvo su momento: solos de batería, bajo, trompeta y saxo mientras presentaba a la banda.
La sorpresa continuó con Nito Serrano de Lapurasangre sumándose a los teclados. Trastos fue uno de esos momentos donde la guitarra —metal y madera— pareció otro órgano vital, conectando directo con lo esencial.

El tramo final y la memoria
Generoso, Mr. Kilombo compartía cada aplauso con los suyos. Cayeron Huye y Reconciliarme con el amor antes de un breve receso. A la vuelta, el público tomó el mando: Sinmigo arrancó a capela, con la sala cantando a viva voz. Voy a aprovechar que la canción es cortita y voy a participar, bromeó, antes de cerrar el momento con un solo de trompeta.
La recta final no aflojó: Tiempo al tiempo y, como broche definitivo, Invencibles. Cerca de dos horas después del inicio, el concierto se cerraba con la sensación compartida de haber asistido a algo honesto y necesario. De esos directos que no buscan epatar, pero se quedan.

Antes de concluir quiero agradecer a Lucas Santos por su colaboración en todo momento, al equipo de la agencia La Trinchera y a todo el personal de La Riviera por su profesionalidad.

Inverfest sigue demostrando su pulso firme apostando por lo mejor del panorama nacional e internacional, con sedes en tres ciudades y la mirada puesta en su 12ª edición, que arranca el 3 de enero. Si este Road to Inverfest fue el calentamiento, el invierno promete fuego.
Autor

Redactor, fotógrafo y entrevistador de Arepa Volátil. El riff como capa, la poesía como espada y el rock and roll como sangre bendita. La música, el único escudo.
Escritor de pluma honesta, siempre atento a las propuestas emergentes, a los artistas que rompen moldes y con devoción suprema a los dioses de la música.
Rockstar a mi manera.
Los shows en directo, la sal de la vida.









