Lo inigualable de criarse, vivir y enamorarse en el Reino de Graná es que, además de ser una ciudad con magia, duende, cultura y música en cada rincón, es una metrópoli que, en una tapa, dos besos con mala follá y tres acordes, te transforma en un nazarí más. Con la despedida, después de treinta años de prolífera carrera, de los escenarios de Niños Mutantes, una de las torres de la Alhambra se cae, un vinilo del Ruido Rosa se rompe y una lámpara de plaza Einstein se apaga.
¡¿En qué momento nuestro DNI comenzó a correr tan deprisa?! Lo vivido en la última noche madrileña de la banda granaína fue épico. Aclaro que se ha apoderado de mí el síndrome de Boabdil y estoy muy lacrimógeno mientras escribo estas líneas. Sepan disculpar si se lo contagio con esta reseña.
1994/infinito
En la pantalla central custodiaba las espaldas de los músicos el emblema 1994/infinito, y, ante una Riviera que lucía espléndida y con el cartel de Sold Out, abrían la velada con “La última vez”, “Isabelita” y “Katherine”, y el recinto comenzaba a vibrar al unísono. Los ingleses han decidido que la misma palabra, play, signifique tocar y jugar. Pues eso es lo que hacían los andaluces sobre las tablas: jugaban, se divertían y, sobre todo, disfrutaban tocando, a sabiendas de que era la última vez en la capital.
El logo en las pantallas mutaba y podíamos leer: Soy Errante. Soy Mutante. Fui testigo de cómo los fans sacaban de su pecho, por unos momentos, su propio corazón para que este también pudiera observar con sus propios ojos el show de Niños Mutantes y emocionarse a pleno. Proseguían con “Menú del día”, “Lo que va a pasar”, “Elévame” y “FGL”, compuesta por su batería Nani Castañeda y, como Juan Alberto Martínez, voz y guitarrista, se encargó de recordar, “dedicada al poeta más grande de nuestra tierra y del mundo”. No les quepa duda de que Federico aplaude desde el olimpo de las letras. Niños Mutantes se completa con Migue Haro en bajo y Andrés López en guitarra. Cuatro artistas excepcionales que se entregan en cuerpo y alma sobre las tablas y a quienes acompaña Toni Jiménez en teclados, guitarra rítmica y percusiones.
Niños Mutantes en acústico
Se queda sobre el stage Andrés, Juan Alberto y dos guitarras para tocar en formato acústico “El miedo” y prosigue el karaoke al unísono. Es la tónica toda la velada. Madrid latía a base de las composiciones de los granadinos, y para “Mi niño no quiere dormir” se queda solo el frontman, protegido por su guitarra. Lacrimógeno video se proyecta en la pantalla central con imágenes de los treinta años de trayectoria de la banda, mientras el respetable acompaña cantando a capela las estrofas de “Errante”. Hasta las palmeras de la sala aplauden emocionadas.
Regresa la banda al completo y los Mutantes continúan disparando directo al corazón sin contemplaciones con piezas como “Noches de insomnio”, “Pura vida” y “La puerta”, entre otras. Emotivas palabras les dedica el grupo a todos los afectados por la tragedia de Valencia, y un aplauso atronador del público acompaña el gesto.
«Esto se va terminando»
“Oé, oé, oé” cantaba el respetable y proseguían con himnos como “Sin pensar”, “No puedo más contigo”, “Hermana mía”, “Errante” y “Todo va a cambiar”. Grietas se iban apoderando de las columnas de la sala ante la potencia que demostraba el combo, y el respetable acompañaba con palmas y voces potentes que cruzaban Despeñaperros para llevar el perfume sonoro de una noche histórica hasta la tierra natal de los artistas. “Esto se va terminando. Nos cuesta. Nos cuesta. Esto es nuestra vida”, confesaba Niños Mutantes, y proseguían con “Veneno-Polen” de su aclamado disco Mano, Parque, Paseo. El espíritu de Rocío Jurado se presentaba en la sala y pude observar cómo le dedicaba un sentido aplauso a la versión apoteósica que hicieron de “Como yo te amo”, durante la cual el cantante se acercó a cada uno de sus compañeros dedicándoles palabras, guiños y besos, mientras las voces del respetable rompían con una fuerza sobrehumana.
La despedida
Agradecía la banda a todo su staff, a su familia y a sus seguidores. A estas alturas de la noche, el público, debido al fuego transformado en canciones que bajaba del escenario, estaba en cenizas, pero pude ser testigo de cómo la “mutación” llegó y los fans volvieron a su estado natural para poder disfrutar de las versiones épicas de “NM” y “La voz”. Concluía apoteósicamente de esta forma la última noche de Niños Mutantes en Madrid. Se retiraban del escenario visiblemente emocionados ante la ovación de sus fans y les arrojaban girasoles mientras sonaba “Amigo” de Roberto Carlos.
Talentosos artistas, ¡a por las últimas cuatro funciones en Granada! Y recuerda: dale limosna, mujer, que no hay nada en la vida como la pena de no escuchar un disco de Niños Mutantes.