Me atreví a ver esta «serie» sólo para saber qué había hecho Leonardo Padrón como escritor, y por ser venezolano. Pensé que disfrutaría de algo de lo que ya nos tiene acostumbrados cualquiera de los servicios de streaming. Pero me di duro contra la pared de la típica narrativa de la novela latinoamérica, y sobre todo la venezolana.
Les confieso que la vi completa y tuve que hacer un duro ejercicio de autocontrol para no ponerme a gritar frente a la TV, como una auténtica doña mientras ve su novela del momento; en este caso, Pálpito. Y no es que gritara de emoción, sino de frustración al ver aquello que pudo ser una muy buena serie, ya que la historia -si Padrón la hubiera sabido cocinar mejor- habría sido algo muy respetable, al estilo de la primera temporada de La casa de papel. Pero no, la trama se va diluyendo en un esquema absurdo de novela de los 90. Interpretaciones en momentos sobreactuadas; secuencias de acción ridículas y sin sentido. En el mismo primer capítulo, vemos cómo el protagonista va tras los criminales que secuestraron a su esposa, y el tipo debe tener un sexto sentido para saber por dónde se han metido en ese enorme bosque y llegar hasta donde se han ido huyendo. ¿En serio? ¿En pleno 2022 nos van a mostrar un guión así?
Desde mi punto de vista, Pálpito era una oportunidad para hacer algo grande para las masas; pero resulta que, al parecer, a las masas les gusta algo tan burdo como esto, ya que tiene asegurada una segunda temporada por ser la serie más vista hasta el momento en Netflix.
(y creo que soy bondadoso)
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