La Sala del WiZink Center (que en unos días cambiará de naming) lucía abarrotada. El stage completamente a oscuras, intro disparada, un mar de luces rojas, relámpagos luminosos blancos que salen de dos enormes focos. Ingresa la banda, pasan unos instantes y sube al escenario Pavlenha con su característica gorra. Se enfunda la guitarra para abrir la histórica noche con “Ambolo” y dar rienda suelta a un mar de sentimientos que desde su interior afloran en mágicas canciones.
“¡Buenas noches, Madrid! ¿Cómo estamos?”, dice el frontman y prosigue su emocionante show con “Si pudiera elegir”, “El sentimiento”, “La historia interminable” y “Superestabilidad”, entre otras. El late motiv del show era “Pavlenha, Madrid te ama”, y vaya si se le demuestra el cariño de sus fans locales. El respetable canta, late y vibra con el histórico show del artista, seguramente el más importante en la historia de la estrella de Ponferrada. Un músico que no para de crecer artísticamente y que dispone de una paleta sonora de evidente amplitud.
Sus seguidores corean: “¡Pavleeeeenhaaaaa… Pavlenhaaaaaaa!”, y el músico agradece las muestras de afecto. Pero esto no cesa ni un instante y continúa acariciando las almas de los presentes con piezas como “Una curva sin final”, dedicada a su hermano y emotiva por demás, y “El mismo lugar”, en la que lo acompañó Inazio.
Aterriza un momento épico, intimista y acústico en el show. Pavlenha convoca a una violinista y a un violonchelista para que aporten sus texturas a obras como “Una noche más”, una versión especialmente lacrimógena de “Lo que pasó ayer”, dedicada a su familia y la primera canción que escribió, como recordó el artista, y uno de sus himnos, como es “La canción que me salvará”. La cual erizó la piel de todos los seguidores que llenaban el recinto madrileño. A esos instrumentos de cuerdas los acompañaron piano y guitarra electroacústica. Verdaderamente fue sublime ese pasaje del concierto. Los rostros emocionados de sus familiares eran notorios, y lo pude comprobar en primera persona al estar próximo a ellos.
Con la banda al completo interpretan “Alguna luz encendida”, para la cual también se suman los amigos de Taburete. Sus fans continúan demostrando el caudal de sus pulmones y siguen cantando, saltando y disfrutando de composiciones como “Lejos”, “Contigo sabe mejor” y “Ya no aguanto más”, entre otras.
Al compositor se lo ve cercano, repartiendo juego y ejerciendo de capitán, y muestra una gran cohesión con los talentosos músicos que lo acompañan en esta etapa de su carrera.
Cuando interpretaron “Tierno Galván”, convencido estoy de que midieron en escala Richter los saltos de los fans al unísono. Me pareció un reconocimiento de completo caballero que, durante la misma, los nombres de todos los músicos que acompañan a Pavlenha en directo se pudieran visualizar en la pantalla gigante de la sala. Gesto que merece un aplauso enorme y que demuestra valores de cuna. Chapó.
Después de unos momentos, regresa al escenario el frontman con una camiseta retro de su amado equipo de fútbol, la gloriosa Ponferradina, para tocar unos bises apoteósicos como “Calle del reloj”, durante la cual se proyectaba la silueta de la ciudad de Ponferrada en la pantalla central, y “Si no te quieres acordar”, con la que saltaban todos los fans hasta el cielo de Madrid y durante la que se bajaba del stage Pavlenha para cantar los compases finales con sus amigos, dándole un cáliz único.
“Querría” es el último disparo directo al corazón del compositor, tras la cual recibió una merecida y atronadora ovación. Fotografía final de familia sobre el stage y se retiraba bajo los cánticos de: “¡Pavlenhaaaa, Pavlenhaaaaaa, Pavlenhaaaaaaa!”.
Pavlenha, a través de sus canciones, continúa demostrando por qué es un mago de las emociones.