Black Mirror es una de mis series favoritas de todos los tiempos, donde en sus 5 temporadas anteriores nos muestran, a través de una ciencia ficción totalmente distópica, lo retorcida, enajenante, perversa y peligrosa que puede ser la era actual y el futuro con todos sus añadidos tecnológicos en todos los niveles para nuestra sociedad, regalándonos capítulos de un impacto emocional único que nos dejan pensando durante días sobre lo que hemos visto.
Recientemente, ha aterrizado en Netflix la sexta temporada. Y no es por ser negativo, pero lamentablemente ha perdido casi absolutamente esa esencia que hacía de Black Mirror una serie única en su tipo. Aquella premisa que veíamos en las temporadas anteriores quedó prácticamente en el olvido. Solamente «Joan Is Awful» y «Beyond The Sea» mantienen un poco esa premisa que tanto echo de menos.
Pero ojo, no quiero decir con esto que sea una basura total esta sexta temporada. No, solamente ha perdido gran parte de ese carácter que tanto amo de Black Mirror. En esta, los capítulos van por otros caminos ajenos al estilo de la serie, coqueteando más con el misterio, el terror y el thriller que con la ciencia ficción.
Mis favoritas fueron «Joan Is Awful», la que guarda más relación con la serie, y «Loch Henry», que, a pesar de alejarse del estilo de la misma, fue la que más me atrapó. Igualmente, van a disfrutar los capítulos de esta nueva temporada, pero Black Mirror ha perdido ese brillo tan particular que la hacía tan única.
Ni el añadido de estrellas como Salma Hayek, Aaron Paul o Josh Hartnett ayudaron a evitar el pulso electromagnético que ha dejado casi en off a Black Mirror.
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