En Madrid, en La Riviera, este pasado día jueves 2 de octubre, The Midnight no vino a tocar canciones. Vino a contar historias. Y lo hizo con una puesta en escena tan cuidada como emotiva, donde cada riff, cada golpe de batería y cada línea de sintetizador funcionaron como las coordenadas de un mapa emocional que definió esta experiencia sensorial en directo, propia de los mejores conciertos synthwave en la capital española.
La cita convirtió a la emblemática sala en un pequeño universo paralelo donde el synthwave dejó de ser género para transformarse en experiencia. Bajo las palmeras metálicas del recinto y frente a un público variopinto —parejas abrazadas, grupos de treintañeros nostálgicos, jóvenes con camisetas noventeras—, The Midnight desplegó un show pulido, vibrante y profundamente humano.
Abre una noche mágica en La Riviera
Pale Blue Eyes: la calma antes del viaje
La noche arrancó con Pale Blue Eyes, un combo británico que supo ganarse el silencio y luego la ovación con una propuesta que camina entre el dream pop y el indie más contemplativo. Temas como The Dreamer, Motionless o TV Flicker fueron pequeñas burbujas de luz que envolvieron el ambiente y dejaron la sensación de estar flotando antes de despegar. Su sonido deslumbra y envuelve. Un acierto total para abrir la noche.
Todo empieza con sombras
Con apenas unos minutos de pausa, unos ajustes sobre el stage, una evidente preponderancia de los teclados, con luces sincronizadas y una batería impecablemente situada en un lateral, Jamison Tyler Lyle y Tim Daniel McEwan salieron acompañados de su banda de directo, saludando entre vítores, sonrisas y un Madrid que estaba dispuesto a disfrutar de un gran concierto.

Arrancaron con Syndicate, tema que da nombre a su último trabajo y que marcó el tono de la noche: precisión sonora, emoción contenida y una producción visual en la que cada golpe de luz parecía responder al latido del público, con luces sincronizadas y estética retrofuturista propia del retrowave. Le siguió Shadowverse, con un ritmo más oscuro y envolvente, y ya entonces el público estaba dentro: coreando, grabando, bailando.

El sonido fue impecable durante todo el set, con un equilibrio quirúrgico entre la calidez de las guitarras y los sintetizadores como envolvente ideal. En Friction se soltaron definitivamente las riendas. Jamison, enérgico, se acercó al borde del escenario, animando a la gente a cantar. Y el público respondió sin dudar.
La Riviera vibra con los clásicos de The Midnight
Cuando sonó Shadows, el ambiente se volvió eléctrico. Acompañada de luces estroboscópicas suaves y un fondo visual que imitaba una tormenta de neón, fue uno de los grandes momentos de la noche. Luego llegó Days of Thunder (Remix), recibida como un viejo amigo que vuelve a casa. El público la vivió como un clásico que nunca envejece.
Pero el alma del show no solo estuvo en la música. El saxofonista, pieza ya emblemática del sonido de The Midnight, bajó del escenario durante Love Is an Ocean y cruzó el pasillo central tocando entre el público. Se generó entonces una burbuja colectiva de asombro y comunión. No fue un truco, fue una entrega total.
Canciones como Fatal Obsession y Crystalline mantuvieron el pulso alto. En Lost Boy, las voces del público tomaron el protagonismo, con coros que retumbaban incluso por encima de los monitores. Y cuando sonaron Comeback Kid y Gloria, el recinto explotó en una mezcla de baile, abrazos y ojos brillantes.
Antes de cerrar el set principal, Jason y Brooklyn trajeron un punto más íntimo, casi confesional. Y Vampires volvió a prender la mecha. Fue uno de los momentos más coreados de la noche, con visuales de estética VHS y luces púrpura cruzando el aire. El final del set, con Los Angeles, cerró ese primer acto con un aplauso que se extendió mucho más allá del último acorde.

Tres bises que transformaron el cierre en oro puro
Pero Madrid no dejaba ir tan fácil a The Midnight. Entre gritos de ¡otra, otra! y palmas al unísono, el grupo volvió al escenario para regalar tres temas más. Summer’s Ending Soon fue el inicio del epílogo, con una melancolía cálida que dejó ver rostros emocionados en las primeras filas.
Good in Red trajo una última oleada de energía, como si el público quisiera exprimir los últimos minutos. Y el cierre, inevitable y perfecto, llegó con Sunset. Una canción que es casi una postal: esa sensación de estar en movimiento, de que el viaje termina pero no se olvida. Con las luces ya tenues y el escenario en penumbra, Jamison susurró un gracias, Madrid, sois increíbles, y desaparecieron entre aplausos, abrazos y móviles encendidos.

La Riviera se iba vaciando poco a poco, pero muchos se quedaron un rato más, como si quisieran congelar la atmósfera unos minutos más.
The Midnight transforma el synthwave en memoria viva
Una noche de las que se quedan
Lo de The Midnight no fue solo un concierto. Fue una celebración de los pequeños instantes, una experiencia sensorial que borró la frontera entre pasado y presente, como si la música electrónica nostálgica se reescribiera en vivo con piel y luces. Con un directo impecable, una producción sin fisuras y una conexión sincera con su audiencia, demostraron que el synthwave puede ser algo más que nostalgia digital. Puede ser memoria viva, piel erizada, mirada al futuro.

Antes de concluir, quiero agradecer especialmente por su profesionalidad, trabajo y amistad al gran Barnaby Harrod de Mercury Wheels.
Madrid respondió con entusiasmo, con emoción y con respeto. Y The Midnight, fiel a su estilo, no solo cumplió expectativas: las iluminó.
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