El 3 de octubre de 2025, el Teatro Eslava de Madrid se llenó hasta el último rincón para recibir a Ximena Sariñana. Desde que entró en el escenario quedó claro que no sería un concierto más, sino una experiencia diferente, de esas que se viven con ganas y una sonrisa dibujada en el rostro.
La noche fue un recorrido sonoro en el que Ximena se movió con naturalidad entre estilos. Lo que parecía una balada íntima se transformaba sin darnos cuenta en pop-rock, y de ahí a una cumbia que hizo bailar a todo el teatro. Todo con esa voz tierna y firme a la vez, dulce y precisa, capaz de acariciar el alma como pocos artistas logran.

Su música te hace como cariñitos, me dijo Alita, una amiga que estaba a mi lado. Y tenía razón. Las canciones no eran solo melodías; eran pequeños abrazos que llenaban de calorcito el alma, su voz es como una caricia.

En Madrid sonaron varios de los temas que también forman parte de su parada en Barcelona. Canciones como ALV, Ojos Diamante o Nada fueron coreadas, mientras que clásicos como Mediocre o Lo Bailado confirmaron que siguen siendo infaltables. El momento más íntimo llegó con Momento, compartido con Marilia, Chispa Roja y el falso final llegó con STNPETM, por supuesto entró el momento del verdadero final con Cobarde, Vidas Paralelas y Mis Sentimientos, lo que hizo un cierre de noche tremendo.

Todo fue cómo un eco
Desde el inicio, Ximena mostró un dominio absoluto del escenario. Cada gesto, cada palabra, cada mirada estaba pensada para mantener viva esa complicidad con la gente que la acompañaba. Hubo momentos de euforia, otros de intimidad, pero siempre con la sensación de estar compartiendo algo único entre artista y público, mucho baile, mucha alegría, sin duda.
Ximena nos recordó que no solo celebrábamos la música, si no también el lanzamiento de su último EP que vio la luz hace tan sólo dos días.
El concierto terminó, pero la energía quedó flotando en el aire del Teatro Eslava. Fue una noche en la que la música se volvió refugio, fiesta y caricia. Una experiencia que nos recordó que Ximena sabe moverse en todos los géneros sin perder esa esencia cercana que la define, una noche que llenó de un público muy variado, ya que al ir pasando siempre escuchamos acentos diferentes, gente que bailó y se emocionó.

Mil gracias Ximena por un concierto tan apapachable. También gracias a Maite Moreno y Pepa Álvarez, que hicieron posible esta noche mágica, hoy convertida en una crónica de cariño, música y memoria.
