A veces la música funciona como un espejo emocional. Y lo que se transmitió el domingo 4 de mayo en La Sala del Movistar Arena en Madrid con Anakena fue justo eso: un reflejo colectivo de recuerdos, migración, alegría y nostalgia tropicaliente.
Personalmente, nunca había visto a Anakena en vivo activamente. Conozco a varios de sus músicos de esos backstages caraqueños y madrugadas musicales, pero verlos ahora, muchos años después (al menos siete), y en la capital española, fue súper bonito. No solo por la evolución sonora, sino por la química que transmiten. Esa vibra que se nota en el escenario durante todo su show.
La noche comenzó con Atzur, una propuesta muy interesante desde Barcelona que fusiona pop alternativo con pistas electrónicas. Voz femenina muy melódica y una estética cuidada que calentó un poco la sala, entre juegos con el público y sus bailes.

Luego, Anakena se apoderó del escenario. Lo primero que me llamó la atención fue su coherencia visual: cada integrante con su estilo bien marcado. Mikel con zapatos de Hello Kitty que previamente habían mostrado en Instagram sin decir quién los llevaría, Antonio con camisa de aires rockeros, Santiago con collar playero, y el Mara ¡cómodo y entregado! con una energía impecable. Hay música, hay una imagen pensada, un lenguaje en común, algo que particularmente le da un puntazo a la banda en concierto.

El setlist fue largo y bien pensado, muy emocional. Abrieron con un Intro muy caraqueño estilo anuncio de camionetica, seguido de Miami, Tokyo y Guayaba, soltando los primeros bailes y coros del público. Más adelante, la fiesta siguió con Carita Feliz y Rela.
Uno de los momentos más especiales fue cuando invitaron al escenario a Nani para interpretar con ellos Montaña Rusa y Criminal. Una colaboración llena de amor y dulzura, sacando algún suspiro por ahí.

El recorrido continuó con joyas como Dubai, La Península + Breakin’ Free, Montevideo (con bongós y charrasca en mano), Marbella —tocada por primera vez en vivo—, y Caracas, donde Mikel sacó una bandera venezolana con emoción y orgullo. Fue uno de los momentos más emotivos, un guiño a esa conexión que muchos migrantes sentimos con nuestras ciudades natales.
El tramo final se fue calentando con Buenos Aires – Rock, Carita Triste, Electro Bachata FM, Amsterdam, y Paris. Un falso final nos llevó al encore: Sanguchito, un cover de Tiburón, El Cinco. Casi 30 canciones después, el público seguía pidiendo más.

No fue una sala completamente llena, pero sí un público que lo dio todo. Que bailó, gritó, se abrazó y coreó. La banda con su estilo sabrosón tropicaliente conectó con cada persona ahí, rompiendo cualquier distancia.
Anakena fusiona géneros como rock, pop, bachata y funk, fusiona también generaciones, vivencias y cultura venezolana. Hacen del Caribe una bandera, y lo más importante: han construido una identidad propia, con una puesta en escena que recuerda que hacer música no es solo tocar o verse bien… es transmitir, contar y emocionar.