A pesar de ser una red golpeada por su propio (nuevo) dueño, el Miss Venezuela 2022 lo ganó Twitter. Yo mismo no lo vi por TV, pero disfruté cada meme y polémica sobre el resultado y la forma de «elegir» a la ganadora.
Resumiendo, este año no pasó nada que no haya pasado antes. Había una selección previa por parte de un «staff» interno (presuntamente) conformado por conocedores de la Organización Miss Venezuela y Venevisión, que tuvo más peso que las 11 personas del jurado, sentadas frente al escenario del imponente Poliedro de Caracas.
La diferencia es que dos incómodos jueces revelaron la situación: La Miss Venezuela 1975, Maritza Pineda, y el actor Sócrates Serrano, quienes mostraron un video en el cual junto a sus compañeros evaluadores contaban abiertamente haber favorecido con sus votos de manera unánime a Andrea Romero (Miss La Guaira) y a Daniela Malavé (Miss Delta Amacuro).
Poco después, se anunció como nueva Miss Venezuela a Diana Silva (Miss Distrito Capital), ganadora del Miss Tourism World 2017 y el Miss Earth Vzla 2018, prototipo de la estética de nuestros concursos y no una negrita hermosa del oeste caraqueño como Andrea y su rizado cabello, quien deslumbró a todo un país con su porte y discurso, pero que no encaja en el standard de «la quinta».
Esto pasaba antes pero Osmel lo supo manejar. Es curioso que critiquemos abiertamente a Qatar por su sistemática violación a los DDHH y apoyemos a un certamen que, presuntamente y según hechos noticiosos y comunicacionales, propicia la prostitución, el lavado de dinero y (ahora) la corrupción. Pero tampoco es de extrañarse en un país donde ninguna elección es ejemplo de transparencia (algún rector del CNE se refirió inconscientemente a la «tramparencia» de dicha institución). En fin, nuestra Miss Venezuela es tripulante de cabina, pero quienes la seleccionaron a dedo son unos «aviones».