La banda venezolana Caramelos de Cianuro invadió Madrid con dos conciertos con entradas agotadas. Esta reseña cubre el segundo show en la capital española.
Un inicio esperado y poderoso
La banda comenzó su presentación a las 9:10 p. m., un poco más tarde de lo pautado, pero el público estaba tranquilo y sin apuros. Lo importante era que las expectativas estaban por las nubes. Desde la fila se escuchaban apuestas sobre el repertorio: algunos aseguraban que repetirían las canciones del show anterior, mientras otros cruzaban los dedos por alguna sorpresa.

Caramelos abrió con El martillo, uno de sus temas más queridos y que marcó una época dorada de minitecas en Venezuela. Desde el primer acorde, los aplausos y gritos no se hicieron esperar. Fue un inicio épico, especialmente para quienes vibran con los primeros discos de la banda —en este caso, Harakiri City (1996), uno de mis discos favoritos.
La conexión con el público fue inmediata. Comenzar con esa canción era una señal clara de que la noche prometía.

Directo al grano: sin pausas, solo música
Sin preámbulos, siguió 2 Caras 2 Corazones. No hubo muchas palabras entre canciones; el grupo vino a hacer lo que mejor sabe: tocar.
El setlist continuó con Surfer Girl, un clásico del disco Frisbee (2002), muy esperado por quienes llenaron La Riviera. Luego siguieron temas que formaron parte del imaginario colectivo de una generación:
• Rubia Sol Morena Luna
• Baby Cohete
• Verano
• No Eres Tú
• Las Notas
• Tú Eres de Esas
• Escalofrío

La banda mantuvo el ritmo con transiciones veloces. Las canciones fluyeron una tras otra:
• La Casa
• El Instante
• Las Estrellas
• Booty Call
• El Flaco, que enlazaron sorpresivamente con Asunto Sexual
• Estrógeno
• Átame (que por cierto sonó brutal)

Nostalgia y humor en perfecta combinación
Asier Cazalis, vocalista de la banda, aprovechó un momento para hablar del videoclip de la siguiente canción. Con una sonrisa, comentó que salieron “algo amargados” en el video, mientras comenzaban a tocar Verónica.
A continuación, sonó El Último Polvo, transportándonos a esa época en la que la banda era parte fija del rotativo de MTV en 2002. La nostalgia se sentía en el aire.
El viaje continuó con Flor de Fuego, La terraza y Que El Desayuno Espere. Después, Asier tomó un momento para hablar con el público:
«A veces nos gusta mirar atrás, al pasado…»
Y sonó Retrovisor, una de esas canciones que los fans venían rogando escuchar.
Final emotivo con sabor a casa
Las emociones estaban a flor de piel, y se intensificaron aún más cuando interpretaron Sanitarios. Tras una falsa y breve despedida, llegó una interacción espontánea:
¿Qué quieren escuchar: una vieja, una nueva, de amor o de sexo?
Y así cerraron una noche majestuosa con Canción Suave (Despecho #2).

Un viaje en el tiempo con banda sonora venezolana
Caramelos de Cianuro ofreció un show directo, sin rodeos. Le dieron al público lo que había venido a buscar: música con historia, canciones que han sido compañía en los mejores y peores momentos de una Venezuela que se extraña y se piensa todos los días.
No fue solo un concierto, fue una máquina del tiempo. Aunque con tripulantes distintos, el sonido sigue intacto, ayudándonos a reconectar con ese país que muchos dejamos atrás, pero que sentimos cerca gracias a su música. Volvimos por un momento a la universidad, al liceo, a esos años de rebeldía, sin saber aún lo que vendría.

Gracias a quienes hacen posible estos shows en España, por traer propuestas de calidad para una audiencia que necesita seguir sonando como antes, para seguir viviendo como siempre.
Una gran noche, llena de muchos caramelos. Pero esta vez, sin cianuro… solo con sorpresas y recuerdos que se quedan.
Hasta la próxima reseña.