Voy a tratar de ser lo más objetivo al momento de escribir sobre este documental biográfico de Bono, también conocido como Paul David Hewson, vocalista de la legendaria banda irlandesa U2. Y sí, soy fanático. Así que podría tener un sesgo de simpatía exacerbada, pero, como comenté arriba, jugaré en terreno neutral.
En Bono: Historias del Surrender —o como se titula originalmente Bono: Stories of Surrender— el mismísimo Bono nos toma de la mano para contarnos parte de la historia de su vida. Y podría sonar pretencioso realizar una mezcla de película, documental, monólogo y concierto. Pero el experimento funciona. Además, sirve como complemento al libro homónimo. Desde luego, el filme será especialmente disfrutable para los seguidores de U2, pero incluso quienes no lo son encontrarán momentos profundamente conmovedores a lo largo de sus 90 minutos.

El monólogo —lo llamaré así desde ahora— tiene una puesta en escena minimalista, con una fotografía en blanco y negro donde la iluminación juega un rol central. El dramatismo visual subraya pasajes clave, como su vínculo con su padre, su esposa Ali Hewson, sus compañeros de banda y hasta el tenor Luciano Pavarotti, es citado en uno de los momentos más memorables del filme.

El relato se entrelaza con canciones icónicas de U2 que sirven de soporte emocional: With or Without You, One, Sunday Bloody Sunday, entre otras, marcan los momentos cruciales de la narrativa. Pero el mérito está en cómo Bono desvía el foco hacia las personas que moldearon su camino, sin miedo a perder protagonismo. Ese gesto eleva el documental a una confesión generosa y llena de humanidad.
El cierre del monólogo es pura introspección. Hay pasajes sobre la muerte, el legado, la espiritualidad y el poder transformador de la música que resultan profundamente filosóficos. No te tiene que gustar U2 ni Bono para conectar con lo que se dice ahí. Porque cuando alguien abre el alma así, el arte trasciende géneros.