Domingo por la tarde y mientras el sol se retiraba lentamente sobre Madrid, el Real Jardín Botánico Alfonso XIII se preparaba para convertirse en un santuario sonoro entre árboles y veredas de grava. La cita prometía, y cumplió con creces: dos propuestas contrastadas y hermanadas por la intensidad emocional: Ha*Ash y Allison, hacían escala en el ciclo Noches del Botánico, que un año más demuestra que la capital también puede ser tierra fértil para sonidos con raíces y alma.
Allison es visceralidad pop-punk con acento mexicano
Las luces del escenario se encendieron y Allison salió al ruedo con la seguridad de quien sabe lo que tiene entre manos. El arranque fue potente, sin rodeos: el primer acorde ya agitó la tierra bajo los pies de una audiencia que parecía lista para romper la rutina dominical. Con Frágil y Aquí, el grupo mexicano encendió los motores del personal, mientras se veían ondear banderas tricolores y camisetas del Club América, Chivas o Cruz Azul entre los presentes. Era un concierto, pero también un reencuentro emocional para muchos.

La banda, liderada por Erik Canales, mostró una madurez sonora palpable. Las guitarras sonaron compactas, las voces firmes y el setlist, bien armado. Con Memorama y el más reciente Orfeo, se notó la evolución estilística de un grupo que ha dejado de ser promesa para consolidarse como una referencia del pop-punk latino. Sus letras siguen teniendo esa dosis adolescente, pero con envoltorio sonoro más robusto, más trabajado y con magnetismo.

El público lo supo reconocer. Saltos, coros colectivos, miradas cómplices. Los tatuajes expuestos por los fans en primera fila parecían cobrar vida con cada riff, como si las canciones fuesen parte de sus propias historias personales. Al final del set, la ovación fue rotunda. Allison no vino a abrir; vino a dejar huella.
Breve pausa, cambio de atmósfera
Mientras técnicos afinaban detalles sobre el escenario principal, el público aprovechó para pasearse entre los food trucks, cenar, rellenar sus vasos con cerveza bien fría o con su bebida favorita y dar paseos por un recinto con magia propia. El aire olía a verano y a velada grande.
Entre siluetas de sombreros estilo cowboy, botas de cuero, chalecos con flecos y cinturones anchos, comenzó la transformación: Madrid se convirtió por un rato en Haashville.
Ha*Ash: dos hermanas, mil historias
Con una puesta en escena elegante y precisa, Ha*Ash apareció acompañada por una banda en estado de gracia. Desde los primeros acordes de Todavía no, el vínculo con el público fue total. Las hermanas Ashley Grace y Hanna Nicole no solo cantan: cuentan, viven y reviven lo que dicen sus letras.

El recorrido por sus más de dos décadas de carrera fue equilibrado. Lo aprendí de ti, 30 de febrero, Ex de verdad, 100 años, No pasa nada y Perdón, perdón desataron oleadas de emoción colectiva. El público cantó de principio a fin, convirtiendo cada estribillo en un ritual compartido. El karaoke espontáneo que surgió durante No te quiero nada fue uno de esos momentos en los que uno sabe que está en un concierto que valdrá la pena recordar.
Las hermanas se mostraron cercanas, agradecidas y entregadas. Hanna y Ashley, las Ha*Ash mostraban un gran dominio escénico. El carisma de ambas es innegable, pero lo que realmente impresiona es la solidez vocal y el trabajo instrumental que respalda su propuesta.
Un final que supo a abrazo largo
Tras casi dos horas de concierto, con himnos de todas sus épocas y con la emoción permanente como hilo conductor, el cierre llegó y los aplausos atronadores también. El último acorde quedó flotando en el aire como un suspiro agradecido.
Ha*Ash cerró como debe cerrar una banda que se respeta y respeta a su público: con honestidad, talento y esa rara capacidad de hacer sentir que, durante un rato, el mundo fue un poco mejor y regado por una dosis de country de altísimo nivel.