Una señal de holgura financiera es gastar en entretenimiento. Es cuando nos suscribimos a plataformas digitales de películas y series de TV, compramos un videojuego, nos vamos de paseo, vamos al cine, o nos unimos a algún auditorio para ver una obra de teatro, a un cuentachistes o al artista musical que nos gusta.
En mi nota anterior dije que una queja común de los músicos en Venezuela era que ya no se podían hacer giras de conciertos. Pues resulta que ahora, después de años de recesión, crisis socioeconómica y política, y una pandemia paralizante, hay un renacer de la industria del espectáculo. Las giras están volviendo y hasta yo tendré la dicha de participar en una próximamente.
En consecuencia, si la gente está acudiendo masivamente a ver shows de todo tipo en todas partes, ¿es ello prueba de que el país se recuperó financieramente? ¿Se está recuperando la normalidad? O, como dicen los más optimistas y positivos, ¿”Venezuela se arregló”?
A quienes dicen que sí, les cae el odio crítico de quienes no lo ven así y piensan que es una realidad de gente con privilegios turbios. Pero es un escenario verdadero que definitivamente es síntoma de unas circunstancias cambiantes.
Esto es lo que veo: Los venezolanos tienen décadas inmersos en una depresión emocional crónica. La pandemia fue como tocar fondo. La necesidad de alivio, de escape, es inminente. Y, sí, por la razón que sea, aceptable o no, el dólar se estabilizó y hay más dinero circulando. Imploramos entretenernos y ahora más gente puede pagar la fantasía que nos regala un personaje de Marvel arreglando al mundo.
Porque necesitamos arreglo, y el primer paso para remendar nuestra situación es curarnos emocionalmente. No es que ahora seamos ricos; es que tenemos un poquito más y queremos escapar, sentirnos como nos sentíamos antes de que empezara la pesadilla.
Falta mucho, muchísimo, por enmendar y, mientras cruzamos ese proceso, en tarima estaremos los artistas escénicos haciéndoles el agobio menos pesado.
¡Ahora sí me sentí un Avenger!
IG: @lui.ser
