8:15 pm. El cielo madrileño todavía ofrecía algo de luz cuando el cantante, compositor y multiinstrumentista británico Declan McKenna subió al escenario del Estadio Riyadh Air Metropolitano. Con su estampa indie rock y su fusión entre glam rock y rock alternativo, el británico se encargó de calentar una velada que prometía emociones fuertes. Mientras los abanicos del público se movían en sincronía para combatir el sofocante calor, el arista y su banda se presentaban con soltura y cercanía.
«Aquella vez perdimos»
Con una sonrisa, McKenna recordó su anterior visita al estadio, en aquella ocasión como aficionado, animando a su equipo de fútbol favorito. «Aquella vez perdimos», comentó entre risas. Pero esta vez, vino a ganar. El público disfrutó cada momento de su presentación. Entre sus propias canciones, sorprendió con una interpretación sentida de Heroes de David Bowie, dejando claro que su talento trasciende cualquier fórmula convencional.
Un rugido sincronizado: Imagine Dragons toma el control
9:45 pm. Con puntualidad suiza, el rugido de Imagine Dragons se apoderó del estadio. La primera chispa llegó con Fire in These Hills, un inicio acompañado por proyecciones visuales, haces de luz y una energía contagiosa que auguraba una noche memorable. Dan Reynolds, camiseta puesta y mirada encendida, comenzó a hilvanar ese vínculo que tiene con su público, uno que va más allá de lo musical. La banda no pisaba suelo español desde 2022, y la espera se hizo notar en cada aplauso.
Sin respiro, llegó Thunder, desatando la euforia colectiva. Luego fue el turno de Bones (2022), que sonó como una descarga brutal en vivo, vibrando hasta los huesos. Tras el estallido, el guitarrista se marcó un solo intenso que abrió paso a Take Me to the Beach. Con pelotas inflables surcando el aire y un ritmo playero, Imagine Dragons logró transformar Madrid en una postal veraniega.
Con Shots, la energía no bajó. El bajista, en su momento de protagonismo, soltó un solo cargado de distorsión y actitud, antes de dar paso a I’m So Sorry, uno de los temas más viscerales del set, puro salvajismo y alma rockera. ¡Hubo mucho headbanging en el estadio!

Loom World Tour: Mensajes, sudor y corazón en cada nota
En un momento emotivo, Reynolds leyó un cartel entre la multitud y respondió: «Todo lo que creas y sueñes, lo puedes lograr», justo antes de que arrancara Whatever It Takes. Con el torso desnudo, empapado en sudor y luciendo sus ya clásicos pantalones cortos, presentó a los demás integrantes de la banda.

La intimidad aumentó con Next to Me e I Bet My Life (2015), canciones que despertaron tal fervor que, al final, a Dan Reynolds se le humedecieron los ojos mientras el público los iluminaba con las linternas de sus móviles. Cerca del cierre de este bloque, el vocalista caminó entre las barandas laterales del escenario, mientras el equipo de seguridad lo seguía con atención. Una fan aprovechó para entregarle una camiseta con el nombre “DANIELITO” en la espalda, provocando risas y aplausos generalizados. Aquí el momento en video, cortesía de @angeltorres2810 en Twitter:
Qué conciertazo, Danielito! @Imaginedragons pic.twitter.com/XWC1YnBA2y
— ÁNGEL TORRES (@angeltorres2810) June 28, 2025
En Bad Liar, las visuales fueron sobrias pero significativas: nubes, olas, voces en off. En Wake Up, los fucsias y los relojes animados pusieron a bailar hasta al más reacio. Radioactive desató el frenesí total. El dueto de batería entre Reynolds y el baterista al final de la canción fue una locura precisa y apasionada. Aquí te mostramos en video cómo se vivió ese momento, cortesía de Más Decibelios en Youtube:
Dan, sentado al piano, marcó la entrada de Demons (2012), una de esas canciones que parecen hablarle directamente al alma. En distintos rincones del estadio se vieron lágrimas; no era para menos: este tema acostumbra a tocar fibras profundas entre sus seguidores, y escucharlo en vivo se sintió como un regalo de la vida. El cierre se fundió suavemente con Natural.
«Hello, Madrid. Me llamo Danielito»
Entre agradecimientos, el cantante recordó que estudió tres años de español en el instituto y que su maestra lo llamaba “Danielito”. Ella era muy pequeña y él era muy alto, así que lo llamaba de esa manera. También habló de la depresión y soltó:
Con Walking the Wire, la reflexión encontró su eco emocional.
Sharks permitió lucirse a todos los instrumentos. El bajo y la guitarra, en un diálogo electrizante; la batería, quirúrgica. Luego llegó Enemy, con llamaradas en el escenario y el público encendido. Las visuales mostraban un hipnótico timelapse de nubes en movimiento, fusionado con sonidos de meditación profunda, mientras luces rojas palpitaban al ritmo de la banda. Al fondo, visuales de piedras parecían latir con cada golpe, creando una atmósfera intensa y envolvente.

Hacia el final, resonaron In Your Corner y Birds, preparando el terreno para Believer, que estalló como una bomba emocional. Dan Reynolds tomó el micrófono y, con voz firme, dejó caer un mensaje claro: “Este mundo necesita más amor. Este mundo necesita más calidad, y más bondad”. Madrid sabía que esta sería la despedida, y que solo quedará un reencuentro incierto. Por eso, entregaron alma y voz para despedirse del grupo, coreando Believer como si fuera la última vez.
La despedida
El estadio entero se transformó en un solo grito, una fuerza colectiva que vibraba en cada rincón. El final de esta canción se extendió más de lo habitual, otorgando protagonismo a los músicos con un maravilloso solo de guitarra, una línea de bajo más salvaje y una batería que golpeaba más fuerte. Una clausura cargada de adrenalina y virtuosismo, que dejó a todos sin aliento. En las visuales apareció la palabra Loom, sobre un degradado naranja y amarillo que, casualmente, celebraba esa misma noche su primer aniversario. Los cuatro integrantes se reunieron al frente del escenario, fundidos en un abrazo que cerró la velada con una honestidad conmovedora.
Imagine Dragons no necesita exagerar su puesta en escena para brillar. Su fuerza está en lo genuino, en la conexión sin artificios. Y anoche, Madrid se fue a casa sabiendo que había vivido algo irrepetible. Algunos, conscientes de que era su primera vez viéndolos en directo, se llevaron un recuerdo imborrable. Otros, que ya los habían visto antes, se marcharon deseando un pronto reencuentro y más música nueva para seguir disfrutando del grupo como lo han hecho hasta ahora.
Gracias a Raquel Osuna por la acreditación, y a todo el equipo de Live Nation por una producción impecable. Y gracias a Imagine Dragons, por recordarnos que, incluso en un estadio colosal, la música aún puede sentirse como un susurro al corazón.