MERINO lanza este 2025 su tercer álbum de estudio, El Bosque, un nuevo disco que no da rodeos y se mete de lleno en lo que duele, en lo que pasa y en lo que cuesta asumir. No hay artificios ni ornamentos innecesarios. Solo canciones que miran de frente.
El dúo madrileño formado por Sandra Merino y Fer Velasco vuelve con un trabajo que se siente más personal y directo que nunca. Si en Himnos de Guerra ya dejaron claro que lo suyo era hablar claro y cantar fuerte, ahora en El Bosque lo hacen desde un lugar aún más íntimo. Diez temas que funcionan casi como capítulos de una historia real, con sus curvas, sus silencios incómodos y sus pequeños triunfos.
Cada canción lleva un año en el título, como si fueran postales desde momentos clave. Ahí está La Niña [2000], el primer adelanto del álbum, donde Sandra canta desde esa versión de sí misma que necesitaba consuelo, guía, o simplemente un abrazo. No hay victimismo: hay ternura, hay fuerza. La canción es un punto de partida honesto que marca el tono del disco entero.
A lo largo de El Bosque, MERINO va dejando pistas de un recorrido vital hecho a mano. Las letras no tratan de ser universales, y por eso funcionan: son concretas, están contadas desde lo vivido. En vez de buscar la épica, se detienen en los detalles que duelen y sanan, en la crudeza de los vínculos familiares, en la soledad que a veces acompaña el crecimiento, y también en esa calma rara que aparece cuando entiendes que ya no sos la misma persona.
Musicalmente, el dúo se planta con un sonido más definido. Sin dejar atrás la sensibilidad que los caracteriza, hay un pulso más crudo, con arreglos que suman sin distraer. La producción —cuidada pero sin pulir en exceso— mantiene ese equilibrio justo entre lo casero y lo profesional que tan bien les sienta.
Después de llenar el Circo Price y ganarse al público con una propuesta honesta y sin pretensiones, MERINO seguirá presentando este nuevo material por festivales y salas de todo el país. Pero más allá de los escenarios, este disco tiene esa cualidad poco común de colarse en tu rutina sin pedir permiso. De quedarse.
El Bosque no necesita explicarse demasiado. Es música nueva que simplemente está ahí, como quien llega a casa después de mucho tiempo y no dice nada, pero se queda. Y con eso basta.
