El mundo de la música nacional enfrenta una pérdida irreparable este 10 de diciembre de 2025. Robe Iniesta, fundador de Extremoduro y figura esencial de la cultura iberoamericana, ha fallecido a los 63 años, según confirmó su agencia, El Dromedario Records, dejando un vacío profundo en la industria y en la memoria colectiva de varias generaciones.
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El anuncio vino acompañado de un comunicado profundamente emotivo publicado por su familia y su círculo más cercano en la página oficial del artista. Bajo el título Hasta siempre Robe, lo describieron como el último gran filósofo, el último gran humanista y literato contemporáneo de lengua hispana y el maestro de maestros, resaltando que todo aquel que trabajó con él terminó siendo mejor profesional y mejor persona.
En esa despedida recordaron su perfeccionismo llevado al Extremo, su sentido de justicia, su valentía para enfrentarse a cualquier poder aunque eso implicara volver a empezar desde cero, y su generosidad con quienes le fueron leales. También subrayaron los reconocimientos acumulados en los últimos años: la Medalla de Oro a las Bellas Artes 2024, su nombramiento como Hijo Predilecto de Plasencia, los Locales de ensayo Roberto Iniesta, la inauguración de la Avenida Roberto Iniesta, el uso de su música en la campaña del Museo del Prado 2024 y la inclusión de sus canciones en escuelas infantiles.
El mensaje concluía con una despedida que hoy resuena en miles de seguidores: “El público le dio la vida y él se la dio a ellos. ¡Vuela alto, hombre pájaro!”
Robe Iniesta muere y cierra el capítulo más importante del rock en español
La noticia llega después de un año marcado por la fragilidad. El compositor extremeño arrastraba complicaciones médicas desde finales de 2024, cuando un tromboembolismo pulmonar lo obligó a cancelar el cierre de la gira Ni santos ni inocentes en Madrid. Aquella suspensión, que entonces se percibió como un paréntesis necesario, terminó convirtiéndose en la última vez que su público vería anunciada una cita con él. La despedida definitiva quedó en el aire, como tantas veces ocurrió a lo largo de la historia del rock.
Robe, nacido en Plasencia en 1962, construyó una trayectoria única: un camino que llevó la crudeza de la calle a lo más alto de la poesía contemporánea en castellano. Su biografía está marcada por orígenes humildes —su padre era chapista, él mismo abandonó los estudios y trabajó en oficios varios mientras componía— y por una voluntad férrea de hacer música sin concesiones. En 1987 fundó Extremoduro, banda que inició su recorrido con una maqueta autofinanciada a base de papeletas vendidas entre vecinos y amigos, y que terminaría convertida en una de las agrupaciones más influyentes del rock español.
Aquella primera etapa, conocida como rock transgresivo, se caracterizó por letras descarnadas, marginalidad explícita, alcohol, sexo y una visión nihilista de la vida. Pero detrás del ruido había un escritor formidable. La evolución de Robe lo llevó de la furia eléctrica de Rock Transgresivo y Somos unos animales a la sofisticación de discos como Agila (1996), considerado por muchos el punto de inflexión que abrió la puerta a su madurez creativa. Más tarde llegarían hitos como Yo, minoría absoluta (2002) y la obra conceptual La ley innata (2008), una suite que convirtió a Extremoduro en referencia obligatoria para músicos, escritores y críticos.
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Su catálogo es amplio, pero algunas canciones se han instalado de manera definitiva en el ADN emocional del público: So payaso, Jesucristo García, Salir, Extremaydura, Puta, entre otras. A esto se suma su participación en Extrechinato y Tú, el proyecto poético-musical con Manolo Chinato, Fito Cabrales e Iñaki Uoho Antón, que legó piezas míticas como Rojitas las orejas.
Tras la disolución de Extremoduro en 2019 —una despedida que nunca llegó a materializarse en los escenarios debido a retrasos, conflictos de producción y finalmente la cancelación definitiva— Robe encontró un nuevo impulso creativo en su carrera en solitario. Discos como Lo que aletea en nuestras cabezas (2015), Destrozares (2016), Mayéutica (2021) y Se nos lleva el aire (2023) revelaron a un artista aún más introspectivo, filosófico y exigente. Su ética de trabajo obsesiva y su perfeccionismo, retratados en biografías oficiales y no oficiales, forman parte esencial del mito.
El comunicado oficial difundido hoy lo define como el último gran humanista, un elogio que no resulta exagerado. Robe convirtió la vulnerabilidad, el desencanto y la belleza cotidiana en un lenguaje propio. Transformó la marginalidad en poesía y la poesía en una forma de resistencia emocional.
Plasencia, su ciudad natal, ya prepara homenajes. Allí fue nombrado Hijo Predilecto en noviembre de 2025, sumándose a reconocimientos previos como la Medalla de Extremadura (2014). En los últimos meses también había recibido la Medalla de Oro a las Bellas Artes, un símbolo de cómo la institucionalidad terminó abrazando a quien durante décadas representó la irreverencia más pura del rock.
Hoy, las canciones de Robe suenan más fuerte que nunca. No solo como recuerdo, sino como testimonio de una vida dedicada a la honestidad brutal del arte, a la palabra precisa, al grito que se convierte en poema. Su ausencia duele, pero su obra —rica, feroz, luminosa, contradictoria— seguirá educando sentimentalmente a quienes encuentren en ella un refugio o una revelación.




