InicioReseñasPepe Habichuela, un homenaje con alma en el Botánico

Pepe Habichuela, un homenaje con alma en el Botánico

Pepe Habichuela, 80 años de flamencura se anunciaba en las enormes pantallas ubicadas en el escenario principal de Noches del Botánico. Todo dispuesto para un merecido homenaje a todo un prócer del flamenco: nuestra música universal. Una velada para honrar el arte, la memoria, el duende y mucho compás en torno a Pepe Habichuela, leyenda viva de la guitarra. El evento comenzó con puntualidad a las 21:00, bajo una luna tímida que fue ganando confianza a medida que el cante y el toque iban ocupando cada rincón del Real Jardín Botánico Alfonso XIII, en el corazón de la ciudad universitaria de la Universidad Complutense de Madrid.

Un Dream Team del flamenco

Nadie se quería perder el homenaje. Ilustres de la talla de Josemi Carmona, Javier Colina, Bandolero, Antonio Serrano, Rafita de Madrid, Paco Soto, Tino di Gerardo, Juan Carmona, Montse Cortes, Antonio Carmona, Joni Jiménez, El Negri, Lela Soto, Sandra Carrasco, David de Arahal, María Terremoto, Yerai Cortes, Belén López, y Ángeles Toledano entre otros, junto al espíritu del gran Ramon El Portugués, fallecido los días previos al concierto y para el cual, todos los artistas tuvieron sentidas palabras.

La velada se abrió con Josemi Carmona en el escenario, fundido con su guitarra, hilando notas como quien reza. Previamente, en la gran pantalla se proyectaban imágenes del archivo de la reconocida fotógrafa francesa Anya Bartels-Suermondt, entre ellas postales antiguas, retratos familiares y escenas que daban forma al universo vital y artístico de Pepe Habichuela. El ambiente era emotivo por demás y hasta el duende que merodeaba el recinto, se lo pudo ver con sus ojos vidriosos.

Noches del Botánico Pepe Habichuela
Fotos cortesía de Noches del Botánico por Fer González

Juan Luis Cano, uno de los míticos Gomaespuma hizo las tareas de anfitrión y presentó a todos los artistas de la mágica noche. Su humor característico, sus palabras y su amor por el flamenco, ayudaron a mover con naturalidad los engranajes técnicos de un show espectacular, cautivador de principio a fin y recordó lo esencial: el flamenco es una tradición que se hereda, de padres a hijos.

Voces que arden y manos que dan compás

Los artistas van subiendo al stage para interpretar diferentes palos del flamenco. Con su cante, con su baile, con su música, van cautivando al respetable. Lela Soto dice que viva Graná, la tierra que vio nacer a Pepe y ya tenía al público de su lado. En un momento especialmente emotivo, recitó: allí en Granada regreso al Albaicín, y recorren por el rostro de un servidor, criado en la bella ciudad custodia y refugio eterno de la Alhambra, caminos de agua provocados por las emociones de mi interior al recordar a mi papá en su primer aniversario de despedida de este mundo.

Volvieron luego Paco Soto, Tino di Geraldo, Juan Carmona y, tras otra presentación de Gomaespuma, irrumpieron Montse Cortés y Joni Jiménez con fuerza. Su entrega fue completa. El duende se respiraba, se colaba en las pausas, se colgaba del aire.

Antonio Carmona tomó el escenario después de una introducción medida. Agradeció a su tío Pepe por creer en él desde los tiempos del cajón. Lo dijo con los ojos brillantes antes de cantar Aquellas pequeñas, el clásico de Joan Manuel Serrat y Problema, de su proyecto Ketama. La respuesta del público durante toda la noche fue ejemplar. Aplausos rítmicos, ovaciones sentidas, respeto profundo por cada artista que pisaba las tablas. Nadie quería interrumpir. Todo el mundo quería formar parte.

Noches del Botánico Pepe Habichuela
Fotos cortesía de Noches del Botánico por Fer González

Segunda mitad: historia viva y raíces que respiran

Después de un receso para que los asistentes pudieran refrescarse y recargar energías, una nueva proyección audiovisual mostró la evolución artística y personal de Pepe Habichuela. Fotos, entrevistas, momentos íntimos. El telón digital se bajó con un suave fundido y dejó paso a Sandra Carrasco y David de Arahal. Ella, con su voz honesta y sin adorno; él, con una guitarra limpia y precisa. Interpretaron unos fandangos de Huelva que parecían nacidos para ese instante. Entre los fraseos, se colaba un rítmico tran tran tran tran larain que hacía vibrar la tierra.

El mesías de las seis cuerdas

Pepe Habichuela, elegante y sereno, volvió al escenario para anunciar: No soy de hablar mucho, pero gracias a Josemi Carmona, a los directores de Noches del Botánico, Ramon Martin y Julio Martí, oy a tocar un popurrí. Momento histórico, mágico y cargado de arte con una demostración técnica para enmarcar del homenajeado. No tocaba: hablaba con sus dedos. Era como si las seis cuerdas fueran una prolongación de sus experimentadas manos. Al concluir, José Manuel Oliver Jordano le entregó una acuarela pintada especialmente para la ocasión. Nadie se movía. Nadie quería que eso acabara.

La recta final: cuerpo, voz y alma

A continuación, María Terremoto subió al escenario junto a Yerai Cortés y un sólido grupo de palmeros. Cantó por soleá, bailó, cantó a capela y puso a todos los presentes de pie. Su interpretación fue un máster en arte jondo contemporáneo.

Casi como anticipo del cierre, Belén López desató un solo de baile que parecía no tener gravedad. Flamenco puro, de altura. Su actuación, por intensidad y control, merece ser enseñada en las universidades de flamenco del mundo. La noche se acercaba a su fin, pero aún quedaba un broche de oro.

El flamenco como familia

Subió Ángeles Toledano, humilde y emocionada: es un sueño lo que estoy viviendo al acompañar al maestro Pepe con mi voz. Y lo fue. Ella y Pepe Habichuela compartieron un momento que resumía toda la velada: el flamenco como pasado, presente y futuro al mismo tiempo.

Antes de concluir quiero agradecer a Noches del Botánico, a todo su staff, a su departamento de prensa y todos aquellos que hacen posible este magnífico espectáculo lleno de arte, día tras día en Madrid.

Y entonces llegó la última caricia transformada en arte y en memoria también de Ramón el Portugués. Todos los artistas subieron al escenario y formaron un clásico semicírculo flamenco. Palmas, cante, toque, alegría. Se fueron retirando poco a poco, bailando. Solo quedó Pepe, en el centro. Ovación cerrada. Justa. Necesaria. De esas que retumban más allá del Botánico.

El cante jondo no se canta, no se baila, no se toca. Se siente. Y eso fue lo que ocurrió en Las Noches del Botánico: un sueño compartido, a un palmo del alma. El flamenco volvió a rubricar en una noche mágica, llena de duende y como merecido homenaje en vida a la leyenda llamada Pepe Habichuela, porque es nuestra música patria y más internacional. Olé!

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