Finlandia no está rodeada por el Báltico, sino por un mar de lágrimas de aburrimiento. A pesar de su prosperidad económica y social, armaron un revuelo tras la filtración de varios videos y fotografías de una fiesta en donde Sanna Marin, la Primer Ministro de dicha república (disculpen, no uso lenguaje inclusivo) compartía con varias amigas y la cual, a pesar de haber sido calificada por ella como “salvaje”, a juicio de quien suscribe estas líneas se trataba de una reunión “normalita”.
He visto mucho más derrape en algunas fiestas infantiles, pero, claro, esto es el Caribe.
Por supuesto, si Finlandia es un país aburrido, sus periodistas deben estar como surfistas en Bolivia y, ante el filón que representa una primer mandatario de 36 años y (en la opinión de este miope) atractiva, la filtración de ese 18 de agosto supuso la respuesta a sus plegarias: Si ya de por sí su historial de un padre alcohólico y la crianza a cargo de la madre lesbiana y su novia, era algo noticiosamente “atractivo”, armar una campaña de indignación ante una reunión privada con sus amigas, fuera de dependencias oficiales y en horario no laboral que conllevara a practicarse un test de drogas (por cierto, con resultado negativo) no tiene precio.
“Soy humana y también anhelo la alegría, la luz y el placer”, declaró a manera de justificación; pero yo te digo, Sanna, parafraseando al gran éxito de los Beastie Boys (de 1986, año posterior a tu nacimiento) “lucha por tu derecho a divertirte”. Sin que ello solape tus deberes con la nación, por supuesto. Tú no eres corrupta, infiel ni viciosa.
Y cuando quieras fiesta, invita, porque los de tu país no te van a dejar venir, como hicieron con Timo Tolkki. Al menos, siendo ustedes tan “fríos”, a la fiesta no se le va a acabar nunca el hielo para nuestros tragos… El mío en vaso corto y con dos hielitos.
¿Y el tuyo?
