Valencia se convirtió en el epicentro de la furia rioplatense el pasado 5 de junio, cuando la legendaria sala Rock City abrió sus puertas a una descarga de rock argento-uruguayo que aún resuena en los tímpanos de los afortunados presentes. Fue una velada memorable, una de esas noches que quedan grabadas a fuego en la memoria de los rockeros de pura cepa, y que merece una reseña a la altura de su intensidad.
Forajidos del Sheriff: El asalto multinacional que encendió la mecha
La noche arrancó puntualmente sobre las 21:30 hs con el potente despliegue de Forajidos del Sheriff, una banda argentina con base en Alicante que se ha convertido en un crisol de talento musical, con integrantes de Argentina, Venezuela, Ucrania y España. Desde el primer acorde, quedó claro que Emiliano (voz y guitarra), Carlos (bajo), Oleg (guitarra) y Jorge (batería) venían a dejar su huella.

Abrieron fuego con la canción que da nombre a la banda, Forajidos del Sheriff, un golpe directo a la sien que demostró su energía sin reservas. Le siguieron Mientras Tanto e Ironía, con un público que, desde el minuto uno, se dejó atrapar por la intensidad de su propuesta y la profundidad de sus letras. La química en el escenario era innegable; la armonía entre ellos, palpable. Se nota el trabajo duro y la conexión que solo se logra a base de horas de ensayo y kilómetros de carretera.

Pero no todo fue puro rock and roll. La emoción tocó techo con Quedó Pendiente un Café, un tango maravilloso creado por Emiliano y que, interpretado con una maestría que erizaba la piel, demostró la versatilidad y el alma de la banda. La velada continuó con temas como Vaso de Ron y Luna Llena, manteniendo la adrenalina a tope.
La recta final de su set llegó con la pegadiza Hey Bebé y la potente Disfrazarme en el Viento, cerrando una actuación que dejó claro que Forajidos del Sheriff son una fuerza a tener en cuenta. Un show impecable que, lejos de la pose, mostró a una banda auténtica que, una vez bajó del escenario, se mezcló entre el público como un fan más para disfrutar de lo que venía: Buitres.
Buitres: La fiesta uruguaya desembarca en Valencia
Tras el impecable teloneo y un rápido cambio de escenario, llegó el momento que muchos esperaban. Los uruguayos Buitres —Gustavo, Gabriel, José, Orlando y Federico— tomaron el control de la Rock City, y desde el primer riff, el público se entregó sin reservas. La sala se convirtió en un manicomio de pasión charrúa, con banderas de Uruguay ondeando por doquier y camisetas volando por los aires.
¡Una auténtica locura!
Abrieron su descarga con la contundente Diciembre, seguida de la ya coreadísima Condenado el Corazón y el clásico El Tercer Deseo. El concierto fue una comunión constante entre banda y público, una fiesta sin tregua donde cada nota se sentía, cada palabra se cantaba a coro. La energía era eléctrica, palpable.

No faltaron los himnos que han marcado a generaciones: Ojos Rojos, Habla en la Caja y la infaltable No Te Puedo Matar resonaron con la fuerza de un huracán. La banda, curtida en mil batallas, demostró por qué es una de las más grandes de su género, ofreciendo un espectáculo lleno de sentimiento y entrega. En un gesto que resumía la pasión de la noche, una de las banderas uruguayas que había estado flameando entre la multitud terminó decorando el escenario, un símbolo más de la conexión inquebrantable.

Antes de los bises, y con la excitación a flor de piel, Gabriel se tomó un momento para firmar camisetas y fotos, un gesto que demuestra la cercanía de la banda con sus seguidores, esos que hacen que cada show sea una experiencia única.

El regreso para el último asalto fue apoteósico. Buitres cerró una noche inolvidable con Besos, la icónica versión de Loquillo, Cadillac Solitario, que llevaron a su propio terreno con maestría, y el broche de oro final, Toca Buitres.
Fue, sin duda, una noche para el recuerdo, una celebración de la música, la hermandad y el espíritu rockero que solo el escenario puede conjurar. La Rock City fue testigo de una auténtica fiesta argento-uruguaya que dejará una marca imborrable en el corazón de los asistentes.