Viernes 11 de julio, 17:00 horas. El cielo sobre Pontevedra todavía no se decide entre nubes y sol, pero en el recinto del BIGSOUND Festival, el ambiente ya está bien claro: calor, ritmo y ganas de quemar zapatilla. No han pasado ni cinco minutos desde la apertura de puertas y el público empieza a desfilar entre escenarios, barras y food trucks con un entusiasmo contagioso. Camisas estampadas —patos, helados, labios de los Rolling Stones—, gafas XL y sonrisas amplias. Aquí nadie vino solo a mirar.
Un arranque sorpresa con sabor a verano
Sabela a las 17 horas tenia la importante tarea de inaugurar la primera edición del festival en Pontevedra. La artista gallega lo hizo con solvencia y demostrando su dominio sobre el stage XACOBEO. Gran cantidad de aplausos obtuvo al concluir su directo.
Sin aviso ni anuncio en la programación, Henry Méndez irrumpió sobre el stage KELER como quien se cuela en la fiesta con la playlist perfecta. El dominicano-español activó los primeros bailes con Rayos de Sol y Tiburón, tirando de clásicos infalibles y sacando selfies desde el escenario como si también fuera su primer festival. El público —aún en proceso de acomodarse— reaccionó con euforia y agradecimiento. El día no podía empezar con mejor golpe de efecto.
De hit en hit: del electrolatino al pop urbano
A las 18:00 en punto, el Xacobeo Stage recibió a Juan Magán, el profeta de las consolas, convertido ya en banda sonora oficial de muchos veranos. Su set fue una especie de repaso emocional a fiestas pasadas y de las futuras: Bailando por ahí, He llorado (como un niño), Verano azul… Todo sonaba familiar pero fresco, como esa canción que has oído mil veces pero sigue funcionando.
Marc Seguí tomó el relevo con su pop melancólico disfrazado de colores neón. 360 y Tiroteo (aunque sin Rauw Alejandro, en esta ocasión) encendieron los móviles en modo linterna, mientras él jugaba entre versos con ese carisma despreocupado que lo caracteriza. Hubo momento de agradecimiento: Gracias, Pontevedra, esto es increíble, soltó con una sonrisa tímida, visiblemente tocado por la respuesta del público.
Luego llegaron Cali y El Dandee. Y sí, tocaron Yo te esperaré. ¿Y qué pasó? Pues lo que tenía que pasar: el público se entregó como si la canción hubiese salido esta semana. Hubo abrazos, lágrimas discretas y un coreo monumental que resonó por todo el recinto. No fue nostalgia barata, fue catarsis colectiva.
El festival es un lugar ideal para soñar, cantar, disfrutar, etc. Uno puede acudir a esta celebración cuidada y llena de vitalidad con su pareja, amistades y su familia. A destacar es la amplia oferta gastronómica disponible en la zona de restauración, los espacios para el relax y la atmosfera festiva del evento estival. Su primera edición es un acierto y Pontevedra necesitaba al BIGSOUND para corroborar que la ciudad es un emplazamiento mágico para los sonidos y los espíritus libres.
Noche cerrada, luces encendidas: los platos fuertes
Con el sol ya oculto, la producción subió de nivel. El escenario principal se convirtió en una fiesta visual: pantallas LED con gráficos fluidos, luces móviles que acompañaban cada beat, y un sonido claro que evitó el clásico problema de saturación en festivales de este tipo.
Abraham Mateo apareció con el primero de sus varios cambios de vestuario (empezó de blanco, acabó en negro brillante) y una actitud de pop star consolidado. Señorita, Me Vuelvo Loco, Quiero Decirte. Voz afinada, bailes marcados, banda sólida y un cuerpo de baile que no escatimó en coreografías. El público, especialmente el más joven, entregado hasta el último segundo. Previamente, DEPOL cautivó con esa carisma que atraviesa toda su espina dorsal y que rubrica en vivo. El catalán supo morder certeramente con piezas del calibre de Quien diría, Dime sólo si has pensado y Qué bonita, entre otras.
Y entonces, las Tanxugueiras. El trío gallego fue recibido como se recibe en casa a quien ha hecho las cosas bien. Terra sonó como un himno, con el público cantando en gallego sin vacilar, y el resto del set fue una muestra de poder vocal y raíz renovada. Sin necesidad de artificios, ellas conquistaron con presencia, afinación y fuerza. Hubo emoción sincera, y también reivindicación: Estamos aquí porque la música gallega también merece estos escenarios.
Cierre a todo ritmo: del beat al recuerdo
Ya con la noche entrada, el Keler Stage mantuvo el fuego encendido con Luck Ra, que venía con la artillería lista. Morocha fue la más celebrada, coreada por un público que ya no sabía si cantar, bailar o grabarlo todo para TikTok.
Y luego, el broche de oro: Ovy On The Drums, ese productor que ya no necesita presentación, se apoderó de la cabina con una sesión cargada de bangers latinos, enlazando temas con precisión quirúrgica.
Pero el clímax fue Nicky Jam, quien subió al escenario pasadas la una de la madrugada y con un fuego interior propio de los elegidos. Con un cuerpo de bailarinas que multiplicaba la energía, arrancó con El Perdón, siguió con Travesuras y Hasta el Amanecer, y cerró con una versión extendida de X que hizo vibrar hasta la última fila. Hubo fuegos fríos, serpentinas y un Gracias, España, siempre es un honor que sonó honesto.
Al concluir, el público salía con el cuerpo agotado y el corazón contento. Un viernes que supo ser fiesta, encuentro y espectáculo.
Antes de concluir quiero agradecer a la organización por su trabajo y colaboración. A Paz, la responsable de prensa por su profesionalidad y ayuda en todo momento y a todo el personal del festival.
Nos vemos en la segunda jornada.
Enviadas especiales: Sabela Arteaga de Cominges y Ana Gil Caride
