La tercera edición del Festival Starlite Madrid no deja de sorprender con propuestas de enorme relevancia cultural. En esta ocasión, fue el escenario elegido para un hito histórico: la celebración, por primera vez fuera de Estados Unidos, de la gala Billboard No. 1s en español, un formato que rinde homenaje a los grandes números uno de la música en nuestro idioma y a toda la industria musical.
Madrid fue el centro del mapa musical en español
Pasadas las nueve y media de la noche, con el cielo de Madrid todavía jugando a disparar algunas gotas de agua, los pabellones 12 y 14 de IFEMA ya vibraban. No era una noche cualquiera dentro de Starlite Madrid: se respiraba cierta conciencia de estar asistiendo a algo que iba a quedar apuntado en la libreta de la historia reciente. La primera gala Billboard No. 1s íntegramente en español y, además, la primera celebrada fuera de Estados Unidos.
El público —industria, artistas y fans llegados de toda la península— ocupaba cada rincón de un recinto transformado en un pequeño ecosistema nocturno: luces cálidas, gastronomía bien pensada, mercadillo, espacios solidarios y la promesa implícita de que aquello no acabaría con el último acorde.
Apertura con pulso y memoria colectiva
La Big Bang Band toma el control
La Big Bang Band, bajo la dirección musical de Víctor Elías, abrió la gala con un recorrido instrumental por clásicos de Alejandro Sanz, Hombres G y otros nombres grabados a fuego en la memoria popular. No fue una obertura complaciente, sino una declaración de intenciones: respeto al legado y sonido impecable desde el primer compás. El público respondió rápido, con una ovación que marcó el tono de la noche.
La presentación corrió a cargo de Ana Guerra, cercana y sin rigidez, consciente de que aquí el protagonismo lo tenían las canciones y quienes las sostienen desde dentro y fuera del escenario.
Un escenario para varias generaciones
Piano, violín y piel de gallina
El primer gran silencio llegó cuando Pablo Alborán se sentó al piano de cola. Interpretó Tenemos universo de sobra con esa mezcla de contención y emoción que domina bien, y elevó el momento cuando compartió escenario con la mexicana Carla Morrison, afinando la complicidad más que el dramatismo. Miradas, respiraciones y un IFEMA escuchando sin prisa.
Rosana rompió la cuarta pared bajando del escenario para cantar entre el público un medley de sus éxitos. Sonrió, tocó hombros, improvisó gestos. Fue uno de esos momentos que no entran en el guion técnico, pero sí en la memoria colectiva.

Guitarra en mano, Yami Safdie apostó por la intimidad con En otra vida y Querida Yo. Grabada en estudio junto a Lasso y Camilo, respectivamente. Su actuación fue breve, pero honesta, con un público atento que entendió el mensaje sin necesidad de subrayados.
Inclusión, virtuosismo y energía
Rozalén volvió a demostrar que su música no se explica solo con canciones. Puerta Violeta, acompañada por la intérprete de lengua de signos Beatriz Romero, fue uno de los momentos más aplaudidos de la noche, no por gesto simbólico, sino por coherencia artística.

El viaje instrumental continuó con Ara Malikian, que convirtió su violín en pasaporte sin fronteras, y con Chucho Valdés, que regaló una lección magistral al piano, sobria y precisa, sin necesidad de fuegos artificiales.

Vanesa Martín emocionó con Tenemos universo de sobra, India Martínez puso acento flamenco y carácter, y Ana Mena agitó el ambiente con una actuación vibrante, apoyada por una producción visual limpia y efectiva.

Omar Montes aportó su registro urbano y directo, conectando con un sector del público que respondió con entusiasmo, y Nil Moliner se encargó de subir definitivamente la temperatura. Como antesala a su próximo concierto en el Movistar Arena, logró que gran parte del recinto se levantara de los asientos y acompañara cada estribillo.
Momentos que no se ensayan
Paco de Lucía, Melendi y la emoción sin artificios
Uno de los instantes más delicados llegó de la mano de Arthur Hanlon, interpretando una obra de Paco de Lucía. La elección de Entre dos aguas provocó que Lucía, hija del guitarrista, subiera al escenario visiblemente emocionada para agradecer el homenaje. No hubo discurso largo. No hizo falta.

El reconocimiento a Melendi con el Premio Imparable —por congregar a más de 700.000 personas en giras nacionales en 2024— fue otro de los picos emocionales. En su discurso, recordó a Javier Valiño y a Ismael Serrano, y cerró cantando a capela Cada Mañana. IFEMA en silencio absoluto. De esos silencios que pesan más que cualquier aplauso.

También hubo espacio para la complicidad y el humor, con Paz Padilla y Sandra García-Sanjuán, directora del festival, compartiendo escena con Omar Montes, siempre con la banda de Víctor Elías sosteniendo el pulso musical.
Un cierre con sensación de inicio
La gala se fue apagando sin prisa. Más que un punto y final, la sensación fue la de haber asistido al comienzo de algo que puede crecer. Starlite Madrid y Billboard firmaron una noche que confirmó a España como punto de encuentro natural para la música en español, con Madrid jugando de anfitriona solvente y ambiciosa.

Cuando las luces se encendieron del todo, el público tardó en irse. Señal inequívoca de que, al menos por unas horas, la música había cumplido su función más básica y más difícil: reunirnos.




