Milan Kundera (Brno, Checoslovaquia, 1929) murió la mañana del miércoles en su hogar en París. Fue uno de los principales y más destacados críticos del comunismo en Europa del Este. En su obra, fusionaba la historia de su país natal y de Europa, las transformaciones de la novela y la música de nuestra civilización, con la ambición de crear fábulas y relatos capaces de desafiar la historia.
Novelista, poeta, dramaturgo y humorista (en la línea de Kafka), Kundera nació en una familia culta y acomodada. Su padre, pianista y musicólogo, le introdujo en el arte de la composición y le enseñó a tocar el piano. De su madre, aprendió el arte de la etiqueta y el comportamiento en una sociedad que se precipitaba hacia el infierno con la ascensión del nazismo y la posterior ocupación comunista.
¿Quién era Milan Kundera?
Kundera estudió estética y literatura en la Universidad de Praga, donde se unió al Partido Comunista checo. Sin embargo, debido a sus bromas políticas, pronto se convirtió en una especie de «hereje» dentro del partido.
Su sentido del humor, entre lo absurdo y la ironía, le permitió combinar en sus primeras obras un respeto ambiguo por el canon socialista y una prosa poética y humorística de tono negro. El genio de Kundera se reveló plenamente durante la Primavera de Praga (enero/agosto de 1968), que consideró muy distinta del Mayo francés de la misma época.
Según Kundera, la Primavera checa fue un proceso cultural profundo que buscaba reconstruir la matriz cultural y espiritual de Europa, víctima del totalitarismo comunista. En Praga, escribió, estaba teniendo lugar la «descomposición de un régimen». Fue amigo del director de cine Milos Forman y del político Vaclav Havel, quienes, al igual que él, fueron destacados disidentes que desempeñaron un papel crucial en la transformación democrática y cultural.
Tras la restauración militar del poder comunista en agosto de 1968, Kundera se convirtió en un personaje peligroso para el nuevo régimen. Sus libros fueron prohibidos y perdió su empleo como profesor en el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos. A pesar de ello, continuó escribiendo con una feroz ironía. Finalmente, logró abandonar su país en automóvil junto a su esposa, Véra Hrabankova, y se refugiaron en Francia, en Rennes, donde nunca lograron integrarse completamente, viviendo en los suburbios de «altas torres infernales».
Dos años después, Kundera obtuvo un puesto en la prestigiosa École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) de París, donde enseñaba Raymond Aron, a pocos metros de la antigua cárcel donde César González Ruano estuvo encerrado por sus actividades delictivas, y a menos de un kilómetro de la sede de Gallimard, su editor. Comenzaron sus años de gloria y reconocimiento internacional.
Perseguido por el régimen comunista
A pesar de su fama, Kundera siguió siendo perseguido por el régimen comunista, que inició una campaña legendaria de difamación en su contra. Sin embargo, la élite literaria mundial, incluyendo a Philip Roth y Salman Rushdie, entre otros grandes escritores, salieron en su defensa. Sus obras fueron traducidas a ochenta idiomas.
En 1981, coincidiendo con la llegada al poder de François Mitterrand, el primer presidente socialista de Francia desde el Frente Popular, Kundera decidió obtener la nacionalidad francesa. Privado de su nacionalidad por el régimen comunista y perseguido como apátrida, Kundera terminó escribiendo en francés, mostrando un raro y feliz virtuosismo.
Entre 1967 y 1980, Kundera escribió una decena de novelas en checo, incluyendo obras famosas como «La insoportable levedad del ser» y «La inmortalidad». Entre 1995 y 2013, publicó cuatro novelas en francés, la mayoría de ellas caracterizadas por una ironía mordaz, como es el caso de «La fiesta de la insignificancia».
Praga
Aunque Kundera fue reconocido a nivel mundial, decidió no regresar definitivamente a Praga y vivió alejado de la vida social durante muchos años en su hogar en París. Sin embargo, él y su esposa solían pasear juntos, en solitario, por los suburbios del distrito VII de París, una geografía que, en ciertos momentos, se confundía con la geografía parisina de una gran escritora española y catalana, Mercè Rodoreda.