La segunda jornada del Galicia Fest se vivió como una especie de epílogo emocional donde la música fue bálsamo y la lluvia, más que un inconveniente, una cómplice involuntaria del ambiente. Pasadas las 17:00, con el cielo encapotado sobre el Muelle de Trasatlánticos de Vigo, comenzaba una tarde que terminaría en noche gloriosa. Las entradas se habían agotado hace semanas. La expectativa era alta. Y nadie se fue decepcionado.
Apertura delicada y simbólica: Paula Koops marca el tono
Con una puntualidad casi británica, Paula Koops fue la encargada de romper el hielo. O más bien, de derretirlo. La madrileña abrió su set con Ni regalao, un tema que más que canción parece un espejo en el que muchas se miran. Su voz, casi etérea, flotaba sobre un escenario Xacobeo todavía sacudiéndose el sopor de la primera hora. Suficientemente guapa llegó con una carga simbólica que caló hondo, y en primera fila más de una lágrima se confundía con las primeras gotas de lluvia.
Koops, visiblemente emocionada, agradeció a un público que no solo escuchaba: sentía. Cada pausa, cada respiración, era parte del relato. Y así, sin estridencias, logró abrir la jornada como se abren las flores tímidas: con belleza honesta.

Noan y la continuidad emocional desde el norte
Desde el País Vasco llegaba Noan, que se encargó de mantener ese hilo invisible que une sensibilidad con poder sonoro. Su directo es casi una confesión a corazón abierto. No necesita parafernalias: le basta con canciones bien construidas y una presencia escénica sincera. Las suyas son poesías sonoras, como las llaman algunos, y esa tarde en Vigo resonaron con fuerza y forma. El público lo acompañó con respeto y entusiasmo, generando uno de los momentos más íntimos del festival.

Hey Kid: huracán en pleno muelle
Si alguien encendió la mecha del desmadre controlado, fue Hey Kid. Su propuesta es adrenalina pura y sus temas, dinamita melódica. Será por ti y Los lugares donde irás pusieron al público a cantar como si no hubiera mañana. Pero fue Noche de San Juan la que convirtió el escenario Vibra Mahou en una ceremonia colectiva. Se sintió como un rito pagano entre móviles encendidos, abrazos y la lluvia ya cayendo sin pedir permiso. El final de su set fue una ovación atronadora. Justa y necesaria.

Fredi Leis: el local que juega en casa y gana
Cuando Fredi Leis pisa un escenario en Galicia, la conexión es inmediata. La tierra se reconoce en su voz. Jugaba de local y eso se notó en cada acorde. Canciones como Mariposas o Nivel experta (no las nombró pero ahí estuvieron, abrazadas al viento y a los coros espontáneos) fueron coreadas con una intensidad que solo se ve cuando el artista y su gente se entienden sin palabras. Leis está en su mejor momento, se le nota en el aplomo, en la mirada segura, en ese carisma que no busca likes, sino verdades.

Marlon y la entrega total: el combo asturiano en estado de gracia
Lo de Marlon fue directamente un fenómeno de masas. El trío asturiano está más afilado que nunca y lo dejó claro con cada tema. Con uñas y dientes, Haz conmigo lo que quieras o Tequila y candela fueron interpretadas con potencia y precisión. Pero lo más impresionante no fue lo que pasaba en el escenario, sino delante de él: miles de gargantas entonando cada palabra, brazos en alto, lluvia cayendo y nadie, absolutamente nadie, queriendo estar en otro lugar. El clímax de su actuación fue una suerte de catarsis colectiva que solo la música bien hecha puede provocar.

Pausa con sabor antes del plato fuerte
Entre sets, el festival demostró que también sabe cuidar los detalles logísticos. En la zona gastronómica, los food trucks ofrecían desde empanadas gallegas hasta opciones veganas y cervezas artesanas. Un respiro breve pero necesario antes de encarar la recta final. Un par de pinchos, agua para el cuerpo y vuelta a la trinchera de emociones.
Beret: cuando el alma canta con voz propia
Beret fue uno de los platos fuertes del sábado, y no decepcionó. El sevillano es una garantía en directo. Su propuesta, a medio camino entre la balada urbana y el pop de estadio, encuentra eco en todas las generaciones. Porfa no te vayas abrió su actuación como una súplica dulce. Luego llegaron Lo siento, Vuelve y Ojalá, himnos ya ineludibles en cualquier festival que se precie.
Agradecimiento especial de Beret
A mitad del show, Beret se tomó un momento para agradecer: Gracias por tanto cariño, Galicia. Siempre es especial volver aquí. La ovación fue unánime. La emoción, compartida.
La clase y la voz de Leire Martínez
En la recta final, Leire Martínez se adueñó del escenario como quien vuelve a casa por Navidad. No necesita presentación. Su voz —una de las más potentes y elegantes del pop en español— encandiló hasta a los técnicos de sonido. Con una sobriedad escénica que contrasta con la fuerza de su interpretación, Leire repasó parte de su repertorio solista y, la otrora frontwoman de La Oreja de Van Gogh, rubricó su talento innato. Fue uno de esos momentos en los que el tiempo parece detenerse y la música se convierte en memoria viva.
Cierre de altura con Maldita Nerea
La jornada y el festival llegaban a su fin con Maldita Nerea en escena. Dos décadas de trayectoria les dan una solidez que pocos tienen. Su set fue una clase magistral de cómo se sostiene una carrera sin traicionar la esencia. El secreto de las tortugas, Cosas que suenan a…, Un planeta llamado nosotros y Bailarina hicieron vibrar a un público que ya tenía los pies cansados, pero el alma más despierta que nunca. El cierre fue redondo. Emocionante. Impecable.
Un festival que se queda en la piel
La primera edición del Galicia Fest cierra con un balance incuestionable: entradas agotadas, artistas entregados, público cómplice y una producción que supo estar a la altura en cada detalle, incluso con el cielo desafiando. No hay duda: ha nacido un festival que tiene mucho que decir en el mapa musical del verano.