Tras años compartiendo escenario y dejando huella en proyectos colectivos, Eric Griso inicia una nueva etapa con fuerza propia. Su primer trabajo en solitario, Lunático, llega respaldado por adelantos como 1001 Noches junto a Álvaro de Luna, que ya marcaron el terreno: presencia destacada en playlists como Pop 100% de Spotify y una recepción que dejaba entrever algo importante.
Lunático no se queda en la superficie. Es un disco que piensa, que respira, que reacciona. Habla de la cabeza, del cuerpo y de todo lo que ocurre cuando el ruido se apaga y solo queda uno frente a lo que siente de verdad.
No hay artificios. El álbum se gestó en la intimidad de su piso en la Calle Luna, y eso se nota: hay silencios que pesan, frases que parecen escritas sin filtro, y una producción que no busca la perfección, sino la verdad. Cada tema suma una capa a un retrato más amplio, construido con guitarras que van desde la suavidad hasta el desgarro, sintetizadores que se cuelan con sutileza y una voz que ya no necesita disfraz.
El título Lunático no es un adorno: define la arquitectura del disco. Una cara melódica, clara, honesta, con momentos que invitan a bajar la guardia. Y otra cara más cruda, eléctrica, donde las canciones se retuercen, prueban texturas y se abren a lo imprevisible.
Con este álbum, Eric Griso no busca sonar como nadie. Prefiere hacerse espacio, incluso si eso implica no encajar del todo. Porque Lunático no se consume de fondo: se escucha de frente.