Hay discos que suenan bien. Otros, que suenan verdaderos. 23, el segundo álbum de estudio de Julieta, pertenece a la segunda categoría. La cantante barcelonesa no solo consolida su estatus en la escena catalana; se afirma como una de las voces más genuinas del pop contemporáneo. En un panorama musical a veces saturado de artificios, Julieta responde con vulnerabilidad, honestidad y una sensibilidad que traspasa el altavoz.
’23’: el pop con alma que se escribe con cicatrices
A sus 23 años, la artista lanza su obra más introspectiva y madura hasta la fecha. Producido por Phoac y mezclado por Nathan Boddy (James Blake, Olivia Dean, Mura Masa), 23 es mucho más que una recopilación de canciones: es una declaración vital. Un viaje emocional que narra —en catalán, su lengua materna— lo que ocurre cuando el idealismo de la juventud cede paso a la experiencia real. «Tot canvia amb el temps», canta, como si ofreciera una epifanía suave, sin drama, pero con firmeza.
Este nuevo trabajo mantiene una estética pop muy pulida, pero abandona la frialdad digital que a veces acompaña al género. Hay baterías vivas, guitarras que respiran, violines que lloran. Y sobre todo, una voz cálida y cercana que huele a barrio, a piel y a pasos firmes.
Cada canción, una página arrancada del diario
El álbum arranca con Els Contes, una introducción que marca el tono íntimo y teatral del proyecto. Le sigue Tornado, donde la artista confiesa llorar el día de su cumpleaños, despidiendo así una adolescencia que ya no le pertenece. En L’amor de la meva vida, acompañada del actor Iván Pellicer en el videoclip, convierte la pasión efímera en coreografía.
TAXI, el primer sencillo, nos pasea por una Barcelona nocturna y juguetona, mientras M’oblido d’oblidar-te desenmascara el final de las historias románticas de cuento. En Loba, Julieta canta a la autoestima con sensualidad contenida. Bruna, en cambio, es un himno delicado a la amistad que sobrevive a cualquier distancia.
Pero el gesto más valiente del álbum llega con la reinterpretación de Amics per Sempre, ese clásico escrito por Andrew Lloyd Webber y popularizado en Barcelona 92 por Los Manolos. Aquí, la artista transforma una pieza de nostalgia colectiva en una oda personal, reinventando su significado desde una mirada femenina, teatral y actual.
Coreografía emocional, letras confesionales
Lo que diferencia a Julieta del resto no es solo su habilidad melódica, sino la manera en que coreografía la emoción. Sus letras no buscan la rima fácil ni la frase de impacto; nacen de un lugar muy reconocible. Una sinceridad que convierte cada canción en una conversación y cada estribillo en una memoria compartida.
En 23 hay una intención clara: hacer del pop un espacio para lo íntimo sin renunciar al espectáculo. Sus conciertos —que ya han recorrido más de 50 ciudades con el Tu Juru la Ju Tour— son la prueba. Y ahora, con Els 23 Tour, la artista vuelve a la carretera, con fechas ya confirmadas en Lleida, Barcelona, Valencia, Bilbao y Madrid, y muchas más por anunciar.
El futuro se escribe con ‘J’
La trayectoria de Julieta es la de una artista que no se disfraza. Desde Juji (2021) y Ni llum ni lluna (2022), hasta 5AM (2023), ha crecido disco a disco, colaboración tras colaboración —con Mushkaa, Belen Aguilera, Oques Grasses—, siempre con los pies en el suelo y la mirada clara. Con 23, da un paso más allá. No solo musicalmente, sino también emocionalmente.
Pop sin artificios. Confesiones con melodía. 23 es un renacimiento, un abrazo a todas las versiones que una puede ser antes de cumplir los 24.