Pasadas las nueve y media de la noche, del paso día viernes 19 de diciembre de 2025, cuando el murmullo de los pabellones 12 y 14 de IFEMA ya se había convertido en expectativa compartida, Starlite Madrid bajó las luces y subió el pulso. El evento —tercera edición consecutiva apostando fuerte por la Navidad en la capital— llevaba días desplegando su universo: mercadillo cuidado al detalle, gastronomía para todos los ritmos y after parties que prometen alargar la noche. Pero el viernes tenía nombre propio. Miguel Poveda.
Aplausos largos, de esos que no piden permiso, acompañaron su aparición. El cantaor catalán aterrizó en el escenario para presentar El árbol de la alegría, un disco que toma villancicos tradicionales y los devuelve al mundo con su sello: respeto al origen, riesgo en la forma y una verdad que no necesita adornos.
Un escenario que respira flamenco
La puesta en escena apostó por lo esencial bien pensado. Un gran telón rojo dominaba el frontal. A los lados, dos espacios definidos: percusión por un costado; por el otro, las sillas del cuadro flamenco. En la pantalla central, estrellas y constelaciones iban y venían sobre un fondo oscuro, como si el tiempo se plegara a favor del cante. Un rótulo horizontal, burdeos y letras doradas, anunciaba El Árbol de la Alegría. Nada sobraba.

Miguel Poveda abrió el viaje con un tono contenido, casi íntimo, dejando claro que la noche iba a moverse entre la celebración y el recogimiento. Acompañado por un cuarteto de cante y palmas, la percusión de Paquito González y la guitarra precisa y elegante de Jesús Guerrero, el espectáculo se sostuvo desde el primer minuto por la complicidad entre músicos.
Villancicos con duende y cante a pecho abierto
Los villancicos llegaron pronto, pero transformados. Camino de Egipto y Los Campanilleros se desplegaron con palmas que marcaban el pulso y un público que empezó a sumar gargantas sin que nadie lo pidiera. Poveda cantaba a pecho descubierto, sin dramatismos impostados, dejando que cada frase respirara.
Hubo momentos de introspección. Luces tenues al frente del escenario, el resto en penumbra. El cante se volvía faro. En Fuera las penas el auditorio respondió con una energía cálida, casi familiar, mientras Portal de Oriente terminó de sellar esa sensación de estar celebrando algo más que un concierto.

En mitad del set, Poveda bajó del escenario. Caminó entre la platea cantando, abriéndose paso con una voz que llenaba cada hueco del pabellón. Dedicó palabras sentidas a sus músicos, nombrándolos uno a uno, sin prisa, agradecido de verdad.
Taconeo, Lorca y memoria
La irrupción de la bailaora fue uno de los picos emocionales de la noche. Taconeo seco, preciso, haciendo vibrar el suelo y, con él, a un público que respondió con una ovación espontánea. El espectáculo crecía sin perder cercanía.
Llegó entonces uno de los momentos más emotivos. Miguel Poveda dedicó unas palabras al poeta granadino Federico García Lorca antes de afrontar Oh, ciudad de los gitanos. El silencio fue absoluto. El respeto, también. El cante, sabio y contenido, dejó claro que hay canciones que no necesitan más explicación.
Entre medias, pasajes instrumentales de gran calado permitieron que la guitarra y la percusión respiraran solas, demostrando que la arquitectura del concierto estaba pensada para sostenerse desde la música.

Epílogo festivo y bises con sabor a copla
Para el tramo final, Poveda y su gente, de pie, pandero y mortero en mano —solo faltaba la botella de anís—, disparando las últimas piezas mientras se retiraban cantando por uno de los laterales del escenario. La ovación fue inmediata, imponente.
El bis no se hizo esperar. De vuelta a las tablas, La bien pagá y Mis tres puñales cerraron una noche redonda, con el público ya completamente entregado. Eran cerca de las once y media cuando cayó el telón. La sensación general: haber asistido a algo honesto, emocionante y muy bien armado. El Duende, ese famoso ser, hermando con Las Musas, también aplaudía desde un lateral del stage. Miguel Poveda presentó El árbol de la alegría y triunfó rotundamente en Madrid.
La noche sigue en Starlite Madrid
Tras el concierto, la energía se trasladó al escenario Sessions. Madrid Connection tomó los mandos con DJs de la capital y un ambiente festivo que alargó la experiencia hasta bien entrada la madrugada. Así funciona Starlite Madrid: entras por un concierto y te quedas por todo lo demás.
Hasta el 23 de diciembre, la propuesta seguirá iluminando la ciudad con música, ocio y una Navidad entendida como experiencia completa. La de Miguel Poveda, desde luego, ya queda en la memoria.




