John Lodge, bajista, cantante y compositor de The Moody Blues, falleció el 10 de octubre de 2025 a los 82 años, dejando un legado inmenso en la historia del rock británico. Murió en paz, rodeado de su familia y de la música que lo inspiró desde joven: Buddy Holly y The Everly Brothers, los mismos sonidos que lo empujaron a tomar una guitarra en los años cincuenta.
Su partida marca el cierre de una era para quienes crecieron soñando con los paisajes sonoros de Days of Future Passed, el disco que cambió para siempre la narrativa del rock.
El joven ingeniero que soñaba con constelaciones
Nacido en Birmingham en 1943, John Lodge estudió ingeniería antes de sumergirse por completo en la música. En 1966, se unió a The Moody Blues, reemplazando a Clint Warwick, justo cuando la banda atravesaba su etapa más incierta. Su llegada, junto a Justin Hayward, reformuló la esencia del grupo: pasaron del R&B a un sonido orquestal y poético que anticipó el rock sinfónico.
En Days of Future Passed (1967), su bajo fue el eje melódico de una obra que rompió fronteras entre el rock y la música clásica. Su firma aparece en piezas como Lunch Break: Peak Hour y (Evening) Time to Get Away, que ya mostraban su precisión y sentido melódico.
Canciones como brújulas en medio del tiempo
Entre 1968 y 1972, Lodge escribió algunos de los momentos más intensos del grupo: Ride My See-Saw, House of Four Doors, Send Me No Wine, To Share Our Love y Isn’t Life Strange, una de las más recordadas.
Su contribución a discos como In Search of the Lost Chord, On the Threshold of a Dream o Seventh Sojourn consolidó su estilo: equilibrado, emocional y profundamente humano.
El músico no solo sostenía el ritmo; construía paisajes. Su bajo sonaba como una respiración, dándole al cosmos sonoro de los Moody Blues una gravedad propia.
Tras décadas de giras y reconocimientos, John Lodge continuó tocando y componiendo bajo su nombre, manteniendo viva la herencia de su banda. Publicó álbumes como Natural Avenue (1977) y 10,000 Light Years Ago (2015), donde seguía mirando hacia el cielo con la misma curiosidad de siempre.
En 2018, al ser incluido en el Rock and Roll Hall of Fame, declaró: “El verdadero premio es haber compartido una vida entera haciendo música con mis amigos.”
Ese fue siempre su credo: la amistad, la búsqueda y la fe como formas de arte.
Su muerte deja una constelación de notas suspendidas en la historia del rock. Con él se va el último ingeniero del sonido cósmico, el arquitecto melódico que dio forma al alma de los Moody Blues.