La banda merideña Bucle Lunar presenta su nuevo EP, Es que la vida es un ratito, y su single más reciente, Subió el maldito dólar. Con un sonido que combina rock alternativo y folk venezolano, la agrupación se consolida en la escena musical de Mérida, mostrando una propuesta íntima, nostálgica y crítica de la realidad venezolana en 2025.
¿A quién cantamos cuando no hay quien escuche? ¿A qué suenan las calles de un país moribundo? Es una de las inquietudes que ha explorado el under venezolano durante años, tanto dentro como fuera del país, como respuesta a los elementos sociales y políticos que han intentado casi extirpar la venezolanidad del arte como medio. La banda merideña Bucle Lunar tiene una obra joven que parece dialogar con estas inquietudes, desde el rock alternativo y folk, con una huella sonora que navega las heridas de quienes se fueron, pero también de quienes se quedaron: voces a menudo no representadas en el reggae caraqueño y el pop de añoranza que suele encabezar las listas cuando el público general mira qué está pasando en Venezuela, musicalmente hablando.
La propuesta musical de Bucle Lunar parece exquisitamente oportuna, porque trae un sonido motivado por la mera necesidad de expresar, no tanto por el afán de cautivar o criticar. Susurros, riffs de guitarra sosegados y arreglos de batería que oscilan entre lo corporal y lo etéreo son elementos que marcan su joven discografía y, quizá, la pauta para el rock merideño hecho en Venezuela.
Single destacado: Subió el maldito dólar de Bucle Lunar
El intro, que se extiende por casi un minuto, arranca con una especie de bitácora en la voz de Eva Rojas, que nos narra su reencuentro con la ciudad y la dislocación entre el recuerdo que se habita y la realidad palpable.
Aterricé en mi bella Mérida y volví a sentir.
Una noción que recuerda a la novela La Ciudad y la Ciudad, del escritor británico China Miéville. En el libro nos encontramos un caso extraordinario: dos ciudades que ocupan el mismo espacio físico, pero están completamente separadas social y culturalmente. Sus habitantes aprenden a no ver a los ciudadanos de la otra ciudad, y existen reglas estrictas para mantener esa separación. En el ejemplo la separación es ideológica, mientras que en el tema de Bucle Lunar la separación es temporal. La misma Mérida existe dos veces: una en el presente y otra en el pasado. La banda le canta a las dos para enfatizar un mensaje claro: la ciudad que fue todavía tiene pulso.
La voz de Eva, y el tratamiento que tiene en producción, le da unas cualidades casi fantasmagóricas a sus intervenciones y evoca panoramas arrolladores a lo largo de todo el tema. Desde el peso de la ausencia de quienes se van del país, hasta la desesperación por subsistir en una realidad tan hostil como puede ser la venezolana.
Es cierto que la banda transita ciertos lugares comunes en su tema más celebrado, Subió el maldito dólar, pero también se desprende de los convencionalismos estridentes y enérgicos para ir a un lado más tenue del rock indie.
Los coros arrullan y acompañan las letras de un tema que exige energía, impulso o acidez, y se percibe como un canto a la ausencia, al abandono. Como si quisiera gritar, en susurros, lo que muchas veces nadie parece escuchar.
Subió el maldito dólar resuena con su público porque afronta, con tintes tragicómicos, una realidad colectiva no desde quien canta lo que vive, pero también con la solidez de quien no intenta convencer.
Escena rock en Mérida: La influencia de Bucle Lunar y bandas locales
No es casualidad que este sonido se geste en Mérida, una ciudad históricamente rockera, donde la tradición ha sido siempre Axl Rose antes que Ñengo Flow. Plazas como Birosca Carioca siguen fieles al metal, las pulseras de púas, los remaches y, en definitiva, al rock que tanto ha nutrido la ciudad desde hace décadas.
La herencia musical merideña se nota en la discografía Bucle Lunar, y se aproxima al sonido constricto de Dúplex en sus últimos trabajos, por ejemplo. En cortes como Labios de Papel, en cambio, hay una paleta instrumental más distendida y más juego de cuerdas que nos recuerda a Charliepapa (véanse trabajos como La cima o Carnaval).
Según dicen, el rock de Mérida goza de cierta niebla de misterio que le envuelve. No estamos seguros de que sea cierto, pero Bucle Lunar transmite misterio, chispa y jocosidad. Y lo hacen desde la precariedad actual, el desarraigo y, al mismo tiempo, el deseo de encontrarnos.
Discografía de Bucle Lunar: EP y colaboraciones recientes
El primer EP de Bucle Lunar, Es que la vida es un ratito, respira con un aire más ligero, más folk, que en sus trabajos más recientes. Encontramos pulsos más cristalinos, vocales más cotidianas que fantasmales, que se mueven entre el grunge y la balada. Elementos que encuentran su clímax en Te quiero amar (feat. Sun Transmission), donde el registro vocal de Sun le aporta cierto relieve al tema que se acopla a la voz de Eva en un contraste muy acertado.
Tras varias escuchas, la obra de Bucle Lunar sostiene el dolor de la pérdida, producto del éxodo venezolano, desde un lugar honesto y frágil, y expone como una bandera las heridas abiertas de los venezolanos en Venezuela: una perspectiva tan capital, incluso más, que los venezolanos en el extranjero. Bucle Lunar canta sobre la realidad, la crisis económica más aguda de todo un continente, sin tomar otra bandera (política o partidista) distinta a la suya: lo hecho en Venezuela.