Estos cuatro jóvenes venezolanos llevan rato levantando la bandera de dos vertientes del emo: el del medio oeste de Estados Unidos y el screamo. Y, de hecho, son los próceres de esta mezcla en la capital venezolana.
Juan Diego Bustillos, fundador y dueño del ADN de la banda, ha creado un sonido tan honesto y auténtico que logró una legión de fanáticos desde la más underground de las maneras. Quienes los siguen están comprometidos a rajatabla y los acompañarán en su gira latinoamericana. En México, Perú y Colombia se preparan desde ya, con entrada en mano, para bailar como robots en un escenario apocalíptico.
Es un logro titánico cómo esta banda ha hecho posible que se sumen y sumen seguidores, sin apoyo de empresas, ni publicidad, ni mecenazgo (de ese que fomenta y apoya a gente que no tiene idea de la música ni de la creación de sonidos auténticos, mucho menos si estos no son comerciales), como esta banda.
Mil Ataris por Segundo, mil emociones por zeptosegundo
Y es precisamente esto lo que baña de ese halo súper indie, lo que abre almas y las desgarra, casi tanto como los gritos de Juan Diego que, para quienes los seguimos y nos gusta su propuesta, nos sumerge en una atmósfera de sentimientos, de frustración, de anhelos que aún no se materializan (y no sabemos si pasará), o incluso de ese vorfreude (o alegría que se siente al anticipar algo bueno que va a suceder), o incluso la nostalgia anticipada de extrañar lo que se está viviendo en el momento, incluso ansiar momentos que no se vivirán y quedarse pegado en esa pérdida que embelesa y lleva a una cruel introspección que coquetea con la tristeza y la depresión, a gritos, lágrimas y risas irónicas.
Esto resulta hasta terapéutico. Y me confieso cautiva porque, hasta yo, que sigo en esa misión de buscar la paz, no la encontré nunca más, ni siquiera en Google; pero descubrí, como ellos, y un tanto más tarde, que el secreto radica en no crecer más.
Por las filas de Mil Ataris por Segundo han pasado músicos jóvenes que actualmente tienen sus proyectos, pero siguen siendo una hermandad. Tanto así que de tanto se juntan e intervienen, como Sebastián Cova, líder de la banda Ravahil; Iñaki Font, baterista y luthier, ahora en España; Jorge Andrés Ron, guitarrista y cantante; y Luis Medina, baterista del primer show de la banda.
Los seguidores clamaron por las tablaturas de los temas para poder tocarlos (algo inusual en otras bandas), y Sebastián Cova, guitarrista por un tiempo de la banda venezolana, levantó las tablaturas y se incluyeron en un libro que, para los fanáticos, es ya un objeto de culto.
Y es que la cotidianidad vista a través de los lentes de Juan Diego Bustillos; bajo las gorras de Orlando Pérez; a través de la melena del flaco Santiago Jiménez; y de los ojos de agüita clara de Javier Castellanos… es ese mundo melancólico e introspectivo en el que Scott Pilgrim dejó su narcisismo y se volvió más honorable gracias a leer a Milán Kundera; los gatos son los amos; y la nostalgia acompasa, a gritos, la eterna y estéril búsqueda de la paz.
¡Treinta segundos y vamos a explotar!