Una noche de domingo, de esas que acaban tarde pero te dejan el pecho vibrando. La banda sueca The Hives desembarcó en Madrid para recordarle a la ciudad que el rock —el de verdad, el que suda y se deja los pulmones en la tarima— sigue vivo y mordiendo.
Snõõper: la primera banda telonera
La primera descarga llegó con Snõõper desde Nashville, egg-punk directo a la mandíbula. Su vocalista no dejó de saltar un segundo; parecía alimentarse de su propio rebote. Las guitarras sonaron sucias, el bajo y la batería salvajes. Pura energía sin maquillaje: llegaron a matar.
Estos panas mezclan el punk rock veloz con una estética art-punk algo divertida.

En sus directos suelen usar marionetas gigantes, disfraces y escenografía excéntrica —un guiño al espectáculo más que al purismo—, lo que convierte su actuación en algo más que música: es una experiencia visual.
Esto ayudó a que su álbum debut Super Snõõper (2023) llamara la atención del sello Third Man Records de Jack White.
Yard Act: la segunda banda telonera
Esta banda subió a escena a las 8:25 pm. Apenas se plantaron, su vocalista soltó en español torcido —pero gracioso—: No puedo bailar porque tengo el pie roto. Entre risas del público la banda presentó su Post-punk con buen Indie que sorprendió a los madrileños.
Yard Act es una banda británica nacida en Leeds en 2019, liderada por James Smith (voz) y Ryan Needham (bajo), a quienes más tarde se sumaron Sam Shjipstone (guitarra) y Jay Russell (batería).

Su ascenso fue meteórico: su álbum debut The Overload alcanzó el número 2 en las listas del Reino Unido en enero de 2022, consolidando a la agrupación como una de las propuestas más interesantes de la escena británica reciente.
Terminaron a las 9:10 pm, dejando al público con hambre de más. Buena señal.
The Hives se sube al escenario del Movistar Arena de Madrid
A las 9:30 pm, se apagó todo.
La banda apareció con trajes iluminados; cada borde vibraba al ritmo de la música.
Encima del escenario, unas esferas grandes amarillas formaban la palabra HIVES, y la batería —tres bombos iluminados— completaba la frase THE.
Un concepto sencillo pero contundente.
Visualmente impecables: como debe ser una banda que entiende el peso del espectáculo.

Enough Is Enough
No vinieron a negociar. Abrieron con Enough Is Enough dejando claro que aquí se venía a sudar.
Entre lo viejo y lo nuevo, te arrancaban la flojera dominical del cuerpo a punta de guitarrazos.
Cuando sonó Walk Idiot Walk, se sintió ese golpe de nostalgia con olor a gasolina quemada.
Entre los clásicos más celebrados, la banda desató una ráfaga potente con Paint a Picture, Main Offender, Born a Rebel, Stick Up y Bogus Operandi, encendiendo aún más a un público que ya venía sobrecalentado.
Entre los clásicos más celebrados, Hate to Say I Told You So hizo retumbar hasta a los más arruinados por la semana laboral.
No habían pasado ni 30 segundos desde que terminó el tema cuando Pelle soltó un “más rápido” que sonó a sentencia. Sin piedad, arrancaron O.C.D.O.D. y el lugar se vino arriba. Fue entonces cuando todos sacaron fuerzas que no tenían para seguir pogueando frente a la tarima.

¡Madrid obedece a The Hives!
Pelle Almqvist, capitán del caos.
Ególatra profesional —de los buenos—, maneja al público como un general en plena guerra:
—Aplaudan
—Silencio
—Aplaudan otra vez
—Griten
Madrid obedeció sin chistar.
“Madrileños, madrileñas”, decía una y otra vez, encantado con su propia esencia sueca.
Y cuando llegó Come On!, ordenó: Madrid, cantar.
Madrid cantó.
Tick Tick Boom
Y más tarde, cuando la metralla final cayó con Tick Tick Boom, no quedó cuello sano. Ese fue el puñetazo definitivo.
The Hives Forever Forever The Hives: el nuevo disco tuvo sus momentos durante el show
Se nota que la banda confía en él; y lo mejor: el público respondió. No había turistas sonoros, solo fieles que corearon cada canción sin vergüenza.

La obsesión con el cable del micrófono
Pelle peleó varias veces con el cable del micrófono, como si estuviera vivo.
Entran en escena los ninjas roadies, resolviendo el lío sin alardes.
Saltar, girar el micro en el aire, gritar, hablar un español sorprendentemente fluido…
Es un frontman completo.
Eso que uno agradece cuando paga su entrada.
¡El sonido del concierto!
El sonido: perfecto.
No es cualquier piropo; hacía tiempo que Madrid no escuchaba algo tan bien balanceado. De lejos o de cerca, todo llegaba nítido, sin empastar ni tapar lo que no debía. Sí, las teloneras no gozaron del mismo lujo —clásico, para qué nos vamos a engañar—, pero tampoco sonaron mal: simplemente quedaron un escalón por debajo del banquete principal.
La iluminación acompañó sin robar protagonismo.
El conjunto visual funcionó como engranaje bien aceitado: directo al ojo.

El final
La banda está mayor, claro.
Todos vamos más cerca de la andadera que del patinete, pero el espíritu sigue en llamas.
Tocan como si la eternidad todavía fuera una opción válida.
Fue un domingo que valió la pena.
Lo agradecemos a los productores del evento —un trabajo de calidad— y especialmente a Erik Magermans, por acercar la invitación a esta misa eléctrica.
Y como lo dice su último disco, con total convicción:
The Hives Forever Forever The Hives.
Amén.



