Noches del Botánico, es un oasis artístico que se encuentra atravesando su 9º edición desde el pasado día 4 de junio (mismo día en el que recibió el premio a Mejor Evento Musical del Año por lo realizado en 2024 en la segunda edición de los galardones entregados por la Academia de la Música de España) y lo hace con un cartel exquisito y cargado de propuestas musicales para todos los paladares.
El prestigioso evento, que tiene lugar en su ya clásico emplazamiento en el Real Jardín Botánico Alfonso XIII de la Universidad Complutense en la Ciudad Universitaria de Madrid, ofrece cada jornada una experiencia mágica y musical. Cuando el asistente ingresa, lo primero que percibe es que su alma se lo agradece. Amplias zonas ajardinadas, cuidadas instalaciones, detalles cuidados con mimo, perfectamente señalizado, staff muy atento y servicial, todo pensado e ideado para que la experiencia sea inmersiva, respetuosa con el entorno y cómoda. Un lugar que aglutina a la perfección naturaleza, sostenibilidad y música para alimentar los sentidos.
Caracazador: la delicadeza de lo sutil
La brisa acariciaba las copas de los árboles, mientras el público se acomodaba, expectante ante lo que traía Caracazador. El proyecto de Pablo Pérez Real ha dejado huella con su segundo álbum, REPÚBLICA, y Noches del Botánico se convirtió en el refugio perfecto para una propuesta tan minimalista y sutil. Acompañado por Irene Camacho, el compositor interpretó canciones como Casamurada, Aún no lo cuentes y Dios bendiga esta casa. Gran ovación al concluir su certero set.
Zahara: Una noche de intensidad, baile y emoción
La frontwoman se presentaba con todo su arsenal emocional, visual y musical para una de sus actuaciones más completas. A las 22:00 horas, las luces se apagaron. La intro comenzó con las visuales de olas del mar rompiendo, marcando el tono de lo que iba a ser una experiencia sensorial. La energía se desplegó lentamente, envolviendo al público.
Formentera, la primera canción sonó como un latido, marcando el inicio de la aventura sonora. Incluida en su último trabajo de estudio, el aclamado Lento Ternura, sobre el que giró toda la actuación, Zahara apareció ante la audiencia, despojándose de una capa de su vestido al ritmo de la canción, en un gesto tan simbólico como revelador. Como si la propia composición la liberara, su figura se hacía más grande en cada paso. El público se dejaba llevar sin dejar de moverse y cantar. Prosigue con su himno Yo solo quería escribir una canción de amor y el show ya estaba en llamas.
El policlín: Un refugio de emociones
Después de la energía palpable de las primeras canciones, Zahara se adentró en un territorio más cercano, más personal, en el que se transformó en una especie de guía emocional. Fue el momento en el que el concierto pasó de ser solo un show musical a un viaje introspectivo. Y es que, tras la bailable CTRL+Z, la fuerza de Caída libre y la desgarradora honestidad de Guerra y paz, la artista entró en lo que parecía ser un refugio personal y emocional: el policlín.
En su interior interpreta ZAHARA de Judeline que enlaza, guitarra en mano y con las pantallas gigantes mostrando todo lo que pasaba adentro del sanitario portátil, con su himno Con las ganas. A finalizar, se suma Caracazador para interpretar junto a la compositora, una versión antológica de El lugar donde viene a morir el amor.
El show de Zahara no se limitó solo a lo visual. En varios momentos, se mostró su virtuosismo con la guitarra y el piano, que la artista manejó con una precisión y delicadeza admirables. Quién dijo, sonó íntima, emotiva, pero sobre todo, personal.
Soy de un pueblo pequeño creó un momento sincero y cargado de significado que conectó con todos los que compartían su historia. La música, fluida y precisa, también marcó momentos de introspección para la artista, que no dejaba de interactuar con el público, charlando y haciéndolos partícipes de cada cambio, de cada emoción que llevaba al escenario. Su forma de conversar con la audiencia durante las pausas del concierto hizo que todos sintieran que, más allá de un show, estaban viviendo una experiencia compartida.
El público se desborda bailando con Zahara
El clímax de la noche y punto máximo llegó con un tramo final impregnado de electrónica fundida en un pop visceral y en el que demuestra que su directo es uno de los mejores del panorama actual. Piezas como La violencia, ¿Era esto la vida?, Demasiadas canciones, para la cual se sube a una plataforma elevadiza como emperatriz de la canción que es.
Antes de concluir quiero agradecer a todo el departamento de prensa de Noches del Botánico, capitaneado por Juan Carlos Moreno, por su trabajo, profesionalidad y ayuda, a todo el staff del evento por su colaboración permanente y al estimado Víctor Moreno, fotógrafo oficial del festival, por sus fotografías del concierto. Chapó por la gran labor de todos.
El público, desbordante de energía, no dejó de saltar y bailar hasta el final, bajo el sonido limpio y pulcro que caracterizó la producción del show. Hoy la bestia cena en casa y berlinU5, son los broches perfectos para una noche inolvidable. Zahara demostró por qué su música ha tocado tantas vidas: no solo canta, sino que logra mover a las personas, hacerlas parte de un viaje emocional único. Al finalizar el espectáculo, todo el equipo de trabajo de la compositora jienense (o casi todo por motivos de localización) salió a saludar abrazado a la cantante. Un gesto de agradecimiento que mostró la humildad de una artista que, a pesar de su éxito, no pierde de vista lo más importante: las personas que la acompañan en el camino.
Zahara se despidió, agradeció al público y salió entre vítores. La sensación que dejó en el aire fue de una noche completa, con emociones a flor de piel y de un arte que supo cómo jugar con la cercanía y la magia. Un espectáculo que no solo se escuchó, sino que se vivió en cada rincón del Botánico.
