El pasado 2 de diciembre se vivió en directo Loserville 2025 en Costa Rica, el festival propio de Limp Bizkit que se realizó en el Parque Viva, con un cartel variado donde bandas de estilos totalmente distintos lograron armonizar la velada y complacer a todos.
El inicio ocurrió un poco antes de la hora prevista, algo complicado siendo miércoles, atravesado, como diríamos en Venezuela, aún así lo que vendría después justificaba toda la espera.
La cola o presa, como dicen respectivamente en Venezuela y Costa Rica, estaba fuerte. Ese Uber valió cada rojo (mil colones ticos). Una vez en el venue, el ingreso fue casi excelente, aunque faltó un poco más de señalización para quienes no íbamos en vehículo propio, un detalle que también afectó la salida.

El Parque Viva, en Alajuela, es increíble: rodeado de naturaleza, sin vecinos cerca, lo que evita problemas de sonido. La entrada fue la más sencilla que he vivido, comparable solo con Lollapalooza Argentina: nada de tickets de papel, ni pulseras físicas, ni presencia militar. Solo seguridad cordial, entradas bien identificadas y una revisión rápida. Coloqué el teléfono sobre el datáfono con la entrada en mi billetera digital y listo.
Apenas entré noté el primer fallo: el festival había comenzado un par de horas antes y nadie lo avisó (faltó un email o un SMS para los compradores online). Lamentablemente perdí a Slay Squad y Riff Raff; una lástima, porque mi amigo productor Rumbilla me había hablado muy bien de ambos.
Llegué justo para ver un par de canciones de la explosiva Ecca Vandal. Es una artista multigénero que llevo meses escuchando; fusiona metal, punk, electrónica y elementos urbanos con una naturalidad única.

Se convirtió en mi artista nueva favorita. Uno de los momentos más destacados fue la interpretación de CRUISING TO SELF SOOTHE, su single más conocido, junto al mismísimo Fred Durst, para cerrar su presentación.

A las 5:55 pm llegó el turno de 311. Debo confesar que, aunque conozco la banda, la canción que más disfruté fue su cover Lovesong, de The Cure, que me transportó al desaparecido Discovery Bar en Caracas. También mencionaron lo hermoso de Costa Rica, y el vocalista Nick Hexum contó que había ido a surfear a Jacó.

Luego ocurrió un cambio inesperado que, para mí, fue una ganancia total. Originalmente Yungblud estaría en ese espacio, pero para sorpresa (y alegría) de muchos, Bullet for My Valentine tomó su lugar. Salieron con todo y tocaron completo su álbum The Poison, soltando clásicos como Tears Don’t Fall, Suffocating Under Words of Sorrow, Hand of Blood y cerrando con Waking the Demon. Matt Tuck estuvo impecable y la banda funcionó como un reloj de alta precisión.
A las 8:00 pm el ambiente era eléctrico. Sabíamos que algo grande venía… pero lo que pasó superó cualquier expectativa: Comenzaba Limp Bizkit.

Las pantallas encendieron un homenaje hermoso a Sam Rivers, el bajista fallecido. Un tributo dulce, emotivo y respetuoso, mostrando momentos icónicos de su carrera.
Tras ese instante, la banda de Jacksonville salió al escenario con los primeros acordes de Break Stuff, y Parque Viva explotó. Le siguió Hot Dog, una de mis favoritas, y la energía en la gramilla era incomparable: gran vista, gran sonido, y aunque estaba lleno, nunca hubo incomodidad ni calor. Mención especial al público tico: respetuoso, limpio, entregado.

Luego vino Gold Cobra, seguido por My Generation. Ese bombo me devolvió a mi adolescencia, cuando antes de ir al liceo ponía Chocolate Starfish and the Hot Dog Flavored Water en el carro a las 7:00 am mientras mi papá calentaba el motor. Después llegó Livin’ It Up, otro clásico personal. Pero uno de los puntos más altos fue My Way: una catarsis colectiva en Tiquicia, casi religiosa.
Siguieron Rollin’, Rearranged y Behind Blue Eyes. En las dos últimas hubo momentos muy emotivos, con mención especial de Fred a Sam, y la impecable ejecución del nuevo bajista, Richie “Kid Not” Buxton, que carga un peso enorme sobre sus hombros.

El mood cambió con Dad Vibes, súper disfrutable, con riffs de Wes Borland que siempre sorprende. Después vino Nookie, que convirtió a Parque Viva en una multitud de adolescentes cuarentones. A continuación, Full Nelson, con la sorpresa de un fan costarricense invitado a cantar, que lo hizo increíble incluso para sorpresa de Fred.
Entonces llegó Boiler, para mí el punto máximo de la noche, junto al mini-cover de Master of Puppets y One. Acto seguido sonó Careless Whisper avisando lo inevitable: Faith, mejor que nunca. Finalmente, cerraron con Take a Look Around, poniendo broche de oro a una noche inolvidable que quedará en la historia musical de Costa Rica.




