El pasado sábado 5 de julio, Málaga no solo fue testigo de un concierto. Fue el escenario de una ceremonia colectiva. Desde bien temprano, el ambiente en el Málaga Forum se impregnaba de un nerviosismo dulce, ese que solo provocan los conciertos que uno ha esperado toda la vida. No era un show más del Selvatic Fest: era la noche de Residente, y eso, desde cualquier ángulo, tiene peso.
El recinto, amplio y preparado para grandes emociones, ofrecía zonas de descanso, barras bien abastecidas y propuestas gastronómicas que invitaban a templar el estómago antes del terremoto. Mientras el sol comenzaba a despedirse tras los montes y la luna se abría paso, el público —diverso, entregado, lleno de banderas latinoamericanas y camisetas con frases combativas— iba tomando posiciones.

Helen al chelo, luces fuera, gritos encendidos
Con algunos minutos de retraso que no minaron ni una pizca de la expectación, las luces se apagaron y un chelo eléctrico rasgó el silencio. La encargada de esa introducción íntima y elegante fue Helen, abriendo la puerta a una banda de altísimo nivel. La entrada de Residente al escenario fue contundente. Firme, sonriente, rodeado de su gente y con el rugido de los asistentes como manto.

El arranque fue un popurrí explosivo que mezcló varios temas, funcionando como carta de presentación para quienes esperaban una noche de intensidad sin descanso. Y así fue.
Baile, mensaje y emoción en carne viva
El repertorio pronto se alineó con la potencia lírica de siempre: Baile de los pobres, Cumbia de los aburridos y Atrévete-te-te se sucedieron en un bloque festivo, sudoroso, con el público saltando como si Málaga hubiera sido convertida en una sola pista de barrio latino. Las voces coreaban cada verso, como si se tratara de mantras aprendidos desde la adolescencia.

A diferencia de otros shows de hip hop o fusiones urbanas, Residente no solo canta: narra, contextualiza, teje una conversación real con quienes lo escuchan. Entre canción y canción, introduce anécdotas, reflexiones y momentos de su vida. Uno de los más emotivos fue el que compartió sobre Gustavo Cerati (ex líder de Soda Stereo), recordando que el artista argentino iba a participar en la grabación de La vuelta al mundo, antes de sufrir el accidente que marcaría su final. Fue un momento sereno, sentido y acompañado por un aplauso largo, casi reverencial.
El setlist se fue construyendo como una historia en sí misma. Ojos color sol, dedicada a su hijo Milo, se convirtió en uno de los momentos más cálidos del concierto, coronado con la aparición del propio Milo sobre el escenario, generando una ovación espontánea y entrañable.
René fue otro punto de inflexión. Es una canción que me duele y la disfruto al mismo tiempo, confesó el artista antes de interpretarla con un tono íntimo y visceral. Las luces bajaron, la banda contuvo su fuerza, y lo que se vivió fue un instante de pura exposición emocional. La gente lo sintió.

Percusión, fuerza colectiva y los hits de siempre
Uno de los segmentos más aclamados fue el duelo de percusión entre Estepario Siberiano y el responsable de la sección rítmica del grupo. Tambores enfrentados, redobles con sabor a batalla y pura energía tribal que hizo vibrar el suelo del Forum. En This is not America se sumaron hasta el bajista y el guitarrista a esa orgía de tambores, mientras visuales contundentes acompañaban la fuerza de la letra.
Con Latinoamérica, la emoción volvió a subir desde lo profundo. Una intro de guitarra española le dio un giro sonoro conmovedor, hasta que el tema explotó con toda su carga simbólica. La comunión entre artista y público alcanzó ahí un nuevo nivel.
Le siguieron 313, Ron en el piso y la poderosa El futuro es nuestro, con un Residente que alternaba entre el discurso social y el desahogo personal, entre la rabia elegante y la ternura franca.
El cierre: fiesta, fuego y gratitud
En la recta final, Chulin Culin Chunfly desató el delirio, una vuelta a los orígenes más descarados. Pero fue con Vamo´a portarnos mal que se rompió todo. El tema, convertido en grito colectivo, cerró el concierto entre saltos, abrazos, móviles en el aire y una ovación atronadora.

Residente se despidió entre sonrisas, saludos al equipo técnico, y un gesto cómplice hacia su hijo. El Forum vibraba aún cuando las luces se encendieron. Algunos se abrazaban, otros cantaban el estribillo una vez más mientras se retiraban entre charlas emocionadas. Fue un concierto de esos que no solo se recuerdan: se reviven.
El Selvatic Fest, en su edición más ambiciosa hasta la fecha, consolida así su propuesta con un cartel que mezcla potencia, conciencia y espectáculo, apuntando a convertirse en un referente indiscutible de los veranos europeos.
Residente rubricó con su actuación, porque es artista con mayúsculas.